La reaparición de la inflación en la economía global parece estar afectando particularmente a los países del euro y, más concretamente, a España. Los últimos datos proporcionados por el INE, del 28 de abril, afirman que este mes el IPC sitúa su variación anual en el 8,4%, un dato bastante alarmante, aunque algo más de un punto y medio por debajo de la tasa registrada en marzo, que hizo un pico de 9,8%, el más grande desde 1985.
Principalmente, esta subida es la consecuencia del aumento del precio del consumo energético, un 80% en el caso de la electricidad y un 52% en los carburantes, y también de los precios de los alimentos a raíz del conflicto bélico en Ucrania y la posterior huelga de transportistas. A pesar del descenso del IPC, la tasa anual de inflación subyacente ha aumentado hasta el 4,4%, la cifra más alta desde diciembre de 1995.
En este sentido, la inflación provocada por este desequilibrio entre la oferta y la demanda, ha afectado de forma contundente a las empresas, cuyos costes de producción se han disparado muy por encima de los bienes y servicios que venden, sumado a las pérdidas generadas por la disminución del poder adquisitivo de las personas. “La duración de la inflación actual dependerá de la interacción entre la persistencia de la estrechez del mercado laboral y los cuellos de botella de la cadena de suministro y la respuesta del banco central. Sin embargo, la evolución del conflicto y su duración también determinarán el impacto de crecimiento de precios en el resto del año”, declara la doctora Joanna Pousset, profesora de Economía y Finanzas en la escuela de negocios de TBS Education en Barcelona.
De hecho, en el caso de los bienes industriales, a finales de 2021 estaban un 32% por encima del nivel del año anterior, y este año se han multiplicado por treinta. Según un informe del Banco de España, el 80% de las compañías del país sostienen que sus costes de producción seguirán creciendo este 2022.
El plan de choque contra las consecuencias económicas en España
La teoría económica estándar establece que la inflación se saldrá de control bajo una combinación prolongada de ciertas políticas monetarias y fiscales, pero si la inflación persistirá depende tanto de la distribución de los shocks en la economía como de cómo reaccionan los bancos centrales y los ministerios de finanzas.
“Es cierto que la tendencia alcista de los precios se inició por el desajuste entre oferta y demanda en la fase de la recuperación tras la pandemia, pero la guerra en Europa ha empeorado el impacto aún más”, remarca la doctora Pousset. El pasado mes de abril, el Ministerio de Asuntos Económicos publicó un comunicado asegurando que un 73% del alza es debido al impacto del conflicto bélico ucraniano. Desde TBS Education ponen el foco en la ofensiva bélica, que conlleva un primer efecto colateral, el aumento de los precios de la electricidad y de los carburantes, dado el peso de Rusia en las importaciones de gas europeo, con un 9% de destinación a España.
Consecutivamente, el aumento de los precios de la energía ha provocado huelgas y paros en el transporte en algunos sectores de España, lo que ha agravado las interrupciones de la cadena de suministro y la inflación. Segundo, la guerra en Ucrania ha impactado fuertemente en el encarecimiento de los productos alimenticios, sobre todo de los cereales y los aceites vegetales, de los que Ucrania y Rusia son los principales productores.
“Estos efectos harán que la inflación persista más de lo esperado. Es probable que el impacto sea mayor para los países de bajos ingresos y los mercados emergentes, donde los alimentos y la energía representan una mayor parte del consumo”, concluye la doctora Pousset.