Recordaremos el 2020 como un año donde todo un país se ha visto en la obligación de adaptarse para sobrevivir (confinamiento, teletrabajo, restricciones gubernamentales, toque de queda, etc.). Esto explica que, al igual que en muchos otros sectores, el COVID-19 ha cambiado las prioridades a largo plazo de la gestión del Talento. Según el estudio “Skills Revolution Reboot”, de ManpowerGroup, los líderes de talento y cultura son conscientes de que es crítico para su función preservar la salud y el bienestar de los empleados. De hecho, un 63% lo coloca como máxima prioridad para el 2021.
Un fenómeno estrechamente ligado con el teletrabajo y la transformación que supone para el entorno y las relaciones laborales. Es de destacar que antes de la crisis sanitaria, únicamente el 13% de las empresas ofrecían el trabajo en remoto a sus empleados, mientras que durante las semanas de restricciones por la pandemia, el porcentaje se ha incrementado hasta el 34% del total.
Una evolución que ha otorgado a la función de talento y cultura, una posición aún más estratégica para el negocio al decidir apostar por un enfoque centrado en “#LasPersonasPrimero”. Por ejemplo, ahora, más que nunca, la comunicación se ha vuelto una herramienta fundamental para transmitir el clima y la cultura de la empresa. Por tanto, crear un ambiente psicológicamente seguro, dar certidumbre, reconocer el valor de cada persona, abordar lo emocional y promover el trabajo resistente, son algunos de los aspectos que están convirtiéndose en la base del cuidado del profesional.
En la crisis sanitaria, aquellas empresas que han desarrollado modelos de gestión del talento más avanzados y tecnificados han sido capaces de cambiar de un entorno presencial a uno virtual, sin apenas sacrificar la productividad de sus empleados.
Esta apuesta corporativa por los roles de RRHH implica a su vez la necesidad de nuevas soluciones tecnológicas y nuevas capacidades entre sus profesionales. En concreto, se ha podido observar que el papel de los directores de talento y ultura en la gestión de la salud, el bienestar y la resiliencia de sus empleados, tiene un efecto directo sobre la productividad y el buen desarrollo de la empresa.
Así, puntos como la planificación laboral y reinvención de los espacios de trabajo (upskilling y reskilling), además de las políticas de ética empresarial, las iniciativas de employer branding y employees engagement, se han vuelto fundamentales para sobrevivir en esta nueva era. Por último, según varios estudios publicados, en cuanto los profesionales son felices, se puede observar hasta un 33% más de energía y eficacia, hasta un 300% menos de riesgo de tener accidentes laborales y un incremento de un 88% de la productividad de la empresa.