No dejéis que el titular de este artículo os lleve a engaño. Soy un fan convencido de las bondades de Amazon. Me di de alta en «Prime» el primer día en el que el servicio estuvo disponible en España. Y normalmente, la plataforma de Jeff Bezos es casi siempre mi primera opción de compra en Internet. Las razones son las mismas que muchos de los que leéis estas líneas conocéis de sobra: buenos precios, un servicio de logística excelente y cero problemas. De hecho, no recuerdo haber tenido un incidente con la compañía que no se haya resuelto tras un intercambio de un par de correos electrónicos.
Pero pese a todo lo bueno, el lado menos amable de la compañía cada vez es más evidente. Porque como como casi todas las grandes corporaciones que crecen de forma incontrolada, la de Jeff Bezos se está convirtiendo en una empresa antipática. Una en la que todos los males que muchos asocian al capitalismo más despiadado, se ven bien representandos. Así que sí, cada vez hay más motivos para dejar de comprar en Amazon. Aquí van unos cuantos.
Trabajadores en pie de guerra
Desde el pasado lunes y coincidiendo con el Prime Day, los trabajadores de Amazon España están en huelga. Los 2.000 empleados del centro logístico que la compañía mantiene en San Fernando de Henares (Madrid) llevan meses reclamando mejoras en sus condiciones laborales, de momento con escaso resultado. Los trabajadores reclaman un convenio propio de empresa y un incremento de su salario del 1,5% por encima del IPC. La empresa ofrece de momento un 1,1% pero hace oídos sordos al convenio.
Pero los trabajadores de España no son los únicos que protestan. Los sindicatos alemanes y polacos también llaman a parar la actividad en los centros logísticos de la empresa. No son casos aislados. La compañíá ha sido denunciada en Estados Unidos por sus duras condiciones laborales, que entre otras cosas, han provocado la muerte de siete trabajadores en sus almacenes desde 2013. Los problemas sin embargo, no se quedan en los almacenes. El trabajo en sus oficinas dista mucho del de otras compañías tecnológicas y los episodios de burn-out o depresión son frecuentes.
Por supuesto, no todo es negativo en una compañía que en parte es lo que es por la calidad profesional de sus trabajadores. Pero cada vez son más los que afirman que la multinacional tiene un serio problema con su cultura corporativa y que tiene que hacer algo para arreglarlo.
Monopolio
Afirma el dicho popular que cuando una librería cierra, un país se empobrece. Probablemente sea injusto hacer solo a Amazon responsable directo del cierre de miles de librerías en todo el mundo, porque probablemente era algo que iba a pasar sí o sí. Pero desde luego, la irrupción del gigante americano ha supuesto un antes y un después para el sector editorial, que ha tardado más de una década intentado averiguar cómo reinventarse para no desaparecer casi por completo. No todos lo han conseguido. El caso más paradigmático probablemente sea el de «Borders», compañía que llegó a tener 659 librerías en Estados Unidos, pero que tras intentar plantarle cara a la empresa de Jeff Bezos durante un tiempo, no tuvo más remedio que declararse en bancarrota.
No es el único cadáver que Amazon tiene en el armario. «Circuit City» o «Radioshack» en el sector de la electrónica de consumo, «Linens & Things» en el de productos para el hogar o «General Atlantic & Pacific Tea» en el de la alimentación son algunas de las grandes empresas que no han podido contener el tsunami Amazon.
Pero tras esta sana competencia, hay otras cifras que asustan más. A falta de cifras oficiales, se calcula que Amazon controla un tercio del comercio electrónico mundial. Dicho de otra forma: una de cada tres compras on-line que se produce en cualquier lugar del planeta, tienen su origen en Amazon.
Invade tu privacidad
Como para la mayoría de empresas tecnológicas, los datos se han convertido en uno de los principales activos coin los que cuenta Amazon. En este caso no tanto para vendérselos a empresas terceras que se puedan anunciar, como para posicionar sus propios productos y servicios. Gracias a tecnologías de Big Data e inteligencia artificial la compañía de Bezos presume de conocer a sus clientes mejor que ellos mismos.
Y hasta aquí, todo bien. Si somos clientes de Amazon, implíctamente consentimos a la empresa a que conozca nuestros gustos y preferencias y que nos sugiera qué nos podria interesar. Lo que no parece tan lícito es que se sospeche que la compañía utilice dispositivos como su Amazon Echo para «espiar» lo que ocurre en la casa de sus clientes.
Esto último ha sido denunciado el pasado mes de mayo por periodistas de la CBS, que habrían descubierto que el altavoz inteligente de la compañía bien intencionadamente, bien por error, habría grabado conversaciones privadas y no sólo, también las habría enviado a otros usuarios de forma aleatoria.
Abusa de las pymes
Uno de los grandes activos con los que cuenta la compañía es Amazon Marketplace, un escaparate desde el que pymes de todo el mundo pueden vender sus productos. Las bondades de Amazon Marketplace son muchas: ofrece más visibilidad a las pequeñas empresas y facilita la gestión de su comercio electrónico, sirviendo además como palanca para su internacionalización. Sin embargo no son precisamente pocas las pequeñas empresas que no se encuentran a gusto en una plataforma, en la que Amazon traza una reglas de juego que pueden ir más allá de lo razonable.
Entre otras, las pymes se quejan de las condiciones «leoninas» que llega a imponer Amazon Fulfillment, el programa logístico por el que las empresas alquilan un espacio propio en los almacenes de Amazon. La otra queja habitual es que un producto de éxito puede llegar a ser canabilizado por la propia Amazon, que llega a «puentear» a las pymes para venderlo más barato. Además, muchas consideran que la intensa competencia que supone Amazon Marketplace reduce drásticamente su margen de beneficios.
Deteriora su propia comunidad
El inmenso tamaño de Amazon provoca que sea capaz de alterar la dinámica comercial y la estructura social de las ciudades en las que instala sus campus. Lo saben bien en Seattle, que ha pasado de recibir con los brazos abiertos a la compañía de Bezos a considerar su presencia como ese vecino incómodo al que conviene evitar.
¿Por qué? Porque la llegada de miles de nuevos profesionales muy bien pagados a la ciudad ha provocado entre otras cosas que se disparen los precios de alquiler, se colapse el transporte público y el ya complicado tráfico de la ciudad, se convierte en infernal. Como en otras ciudades con amplia presencia del sector tecnológico (San Francisco, Palo Alto, etc.) la supuesta riqueza que aportan estas empresas conlleva que aumenten las desigualdades y que miles de familias humildes se hayan visto desplazadas.
Por otro lado a la hora de instalar un nuevo Campus, Amazon exige a las ciudades un trato de favor en materia fiscal y presiona a las corporaciones municipales para que ante cualquier cambio legal se tengan en cuenta sus intereses.