Aún no ha cumplido los 87 años de edad, pero no ha perdido ni un ápice de interés como paradigma del sueño americano. Como estandarte del hombre hecho a sí mismo, procedente de una familia luterana que había hecho del trabajo duro y honesto su leit motiv, para ascender poco a poco en el escalafón social.
Nos encontramos ante el mismísimo Warren Buffet o el Oráculo de Omaha, como se le conoce en los Estados Unidos por su lugar de origen. Un cazador de éxito de los buenos, de los de toda la vida. La prestigiosa revista Forbes considera que se trata del segundo hombre más rico del mundo, con una fortuna valorada en nada más y nada menos que los 76.100 millones de euros.
De pequeño volvía loca a toda su familia por sus aptitudes tanto para el dinero como para los negocios. Sus allegados recuerdan su habilidad para calcular columnas de números en su cabeza, una característica con la que sigue asombrando a sus colegas hoy.
Mientras otros chavales de su edad jugaban a las chapas, Buffet se divertía haciendo dinero. Comenzó comprando Coca-Colas en la tienda de su padre y revendiéndolas con ganancias. Su primera gran enseñanza fue confiar a largo plazo en sus ideas: con sólo once años compró tres acciones preferentes de Cities Service por 38 dólares que vendió por 40, después de una fase de desplome del precio. A Buffet le entró el miedo y vendió nada más recuperar el valor de compra. Mal hecho, porque los títulos se dispararon hasta 200 dólares, lo que le enseñó la importancia de la paciencia como inversor.
Cuando llegó a la Wharton Business School ya sabía más que los profesores
Para cuando su padre le envió a la Wharton Business School en la Universidad de Pennsylvania, Buffet ya sabía más que sus profesores y había hecho dinero con el envío de periódicos. Abandona la escuela cuando llevaba sólo dos años. Ingresa en la Universidad de Nebraska-Lincoln, donde se gradúa en sólo tres años, a pesar de trabajar a la vez.
Intenta recalar en la Harvard Business School que, en uno de los más sonados errores de admisión, le rechaza por ser “demasiado joven”. Termina en la Universidad de Columbia, donde será alumno de dos de los mayores inversores de la época, Ben Graham y David Dodd.
Con Grahamm trabaja seis años, en los que multiplica su fortuna por 14 invirtiendo en empresas a largo plazo, con buenos datos de magnitudes empresariales fundamentales y concediendo una importancia destacada al equipo gestor y a la marca.
Comienza a edificar los cimientos de su imperio inversor
En 1956, funda Buffett Associates con cien mil dólares de capital propio y otros 105.000 dólares pertenecientes a siete socios. En cinco años, las ganancias de Buffet pulverizan la subida del índice Dow Jones de la Bolsa de Nueva York. Mientras ésta anota un alza del 74,3%, el Oráculo de Omaha triplica sobradamente este registro, con una revalorización de su inversión del 251%.
En 1965 unifica todas sus sociedades en Buffett Partnerships, para tomar una participación de la textil Berkshire Hathaway en 1965, empresa a la que destina gran parte de su fortuna para reflotarla en 1969. A partir de ahí, todo se convierte en una sucesión de inversiones sin freno y con éxito. Compra en 1971 la chocolatera See’s Candy, en 1976 se hace con la aseguradora GEICO.
La década de los ochenta supone la consolidación del portfolio de Buffett con la diversificación de negocios. Compra Nebraska Furniture Mart, Scott & Feltzer y toma una participación en Coca-Cola. Una carrera que le llevaría a la mayor inversión de la historia, la adquisición del 77% de acciones que no poseía en la compañía de ferrocarriles Burlington Northern Santa Fe por la fortuna de 44.000 millones de dólares.
Quizá lo más increíble de la historia de Buffet se guarda de puertas para adentro de su vida. Parece increíble que un hombre que es capaz de levantar compañías en bolsa sólo con que aparezca la noticia de que está interesado en determinada empresa haya sufrido tanto en su vida con las mujeres.
Decía que su madre era la única persona capaz de hundirle moralmente, pero también sucedió con su primera mujer que se separó de él tras 25 años de matrimonio, dejándole durante semanas como un despojo humano. Después de mantener la amistad de “no casados” durante los siguientes 30 años Susie Thompson enfermó de cáncer y pidió a su amiga Astrid Menks que cuidara de Warren. Tanto le cuidó, que se casó con él, tras el fallecimiento de Thompson.