La inteligencia artificial (IA) está en auge, tanto, que se ha detectado una falta de talento en torno a la tecnología, lo que ha disparado la demanda de cursos para formarse en ella. Por otro lado, las cuestiones en torno a la IA no son solo tecnológicas, sino también éticas y morales, así que la Unión Europea ha tomado cartas en el asunto para aprobar un reglamento que aborde dichas cuestiones y haga que se fomente un desarrollo y una implantación responsables de la inteligencia artificial dentro del espacio comunitario.
El Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial, como bien indica su nombre, es un reglamento, por lo que su aplicación es directa independientemente de que los países miembros de la Unión Europea lo hayan adaptado o no a su legislación interna. Esto es lo que más diferencia a un reglamento de una directiva, que sí requiere de su adaptación por parte de los países miembros para ser aplicada. El Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial fue aprobado en 2023 y entró en vigor el 1 de agosto de 2024.
En lo que respecta al conocimiento sobre el Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial, una encuesta publicada por Entelgy muestra que el 51% de los españoles afirma conocerlo, pero solo un 7,3% entiende en qué le afecta dicha regulación. Otro dato interesante de la encuesta es que el 93,3% de los ciudadanos españoles considera que es necesario contar con una regulación para empresas y particulares sobre el uso de la inteligencia artificial. Que los ciudadanos no tengan claro en muchas ocasiones cómo les afecta la legislación de la Unión Europea es algo bastante común, y aquí entran una gran variedad de factores, entre los que están la propia ciudadanía, las instituciones comunitarias, los medios de comunicación y unos gobiernos y unos parlamentos que prefieren centrarse exclusivamente en temas internos.
Objetivos del Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial y su ámbito de aplicación
Como ya insinuamos al principio, el principal objetivo del Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial es garantizar la seguridad y los derechos fundamentales de los ciudadanos de la Unión Europea frente a los riesgos potenciales que acarrea la inteligencia artificial. Para ello la normativa clasifica las aplicaciones de IA en cuatro niveles: riesgo inaceptable, alto, limitado y mínimo, siendo los sistemas de IA que manipulan comportamientos humanos o el reconocimiento facial en tiempo real en espacios públicos la categoría más alta de riego, mientras que las aplicaciones de riesgo limitado y mínimo están sujetas a obligaciones de transparencia, asegurando que los usuarios sean informados cuando interactúan con sistemas de IA.
Sobre el ámbito de aplicación, este abarca dentro de la Unión Europea a las empresas que actúan como proveedoras de inteligencia artificial, las cuales deben modificar sus procesos para cumplir con el nuevo reglamento. Esto implica la realización por su parte de evaluaciones exhaustivas de riesgos y asegurar la conformidad con los requisitos técnicos y de transparencia, preparar documentación técnica detallada y someterse a auditorías de conformidad, así como incorporar principios éticos y de seguridad en todas las fases del desarrollo de sistemas de IA.
Habrá que esperar un tiempo para ver qué efectos tiene el Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial, pero en caso de ser un éxito, puede convertirse en una referencia a nivel internacional sobre la regulación de la inteligencia artificial y es posible que contribuya a mejorar la confianza en una tecnología que en estos momentos despierta ciertas suspicacias. Por otro lado, ejemplos como el GDPR muestran que la legislación de la Unión Europea, lejos de ser un brindis al sol, se cumple, cosa que empieza por las propias instituciones comunitarias.
Imagen de portada generada con inteligencia artificial.
