El soporte extendido de Windows 7 llegó a su fin el pasado 10 de enero, y lo mismo ha ocurrido con Windows 8.1, un sistema operativo que ya no recibe ningún tipo de soporte por parte de Microsoft, ni siquiera actualizaciones de seguridad y correcciones de errores.
Como ya os hemos dicho en ocasiones anteriores, esto no quiere decir que dicho sistema operativo vaya a dejar de funcionar de la noche a la mañana, ni tampoco que se vaya a convertir en un sistema operativo inseguro ni a dar fallos graves de estabilidad, pero sí que es cierto que, con el paso del tiempo, Windows 8.1 acabará dando problemas, y que por tanto es «una bomba de relojería».
Lo ideal, si utilizamos Windows 8.1, es actualizar a un sistema operativo más actual. Por el coste no tenemos que preocuparnos, ya que podemos utilizar la licencia de activación de dicho sistema operativo para actualizar a Windows 10 gratis, y desde este podremos dar el salto más adelante a Windows 11, y sí, también de manera gratuita.
Windows 8.1 fue lanzado en 2013, y llegó al mercado como una actualización importante de Windows 8, un sistema operativo que fue ampliamente criticado y que no tuvo el éxito esperado. Esa actualización trajo novedades importantes, como la vuelta del botón de inicio, ajustes a nivel de interfaz y soporte de impresión 3D.
Según los últimos datos de mercado, hasta el mes de diciembre de 2022 alrededor de un 2,59% de los PCs utilizados a nivel global tienen Windows 8.1 instalado, un porcentaje muy pequeño en términos comparativos, pero considerable en números brutos (cantidad de usuarios totales). Teniendo en cuenta el poco éxito que tuvo dicho sistema operativo, creo que lo más probable es que muchos de los usuarios que todavía lo utilizan son aquellos que lo adquirieron preinstalado en un equipo OEM.