Un 20 % de los trabajadores y hasta un 50% de estudiantes recurren a la frase “ya lo haré más tarde” para posponer aquellas tareas que son aburridas o difíciles, a esto se le llama procrastinar y es un problema intergeneracional que afecta a un gran número de personas.
La procrastinación no consiste exclusivamente en eludir tareas para hacerlas más tarde, si no en que el sentimiento de aplazar algo hasta el último momento genera estrés, una gran ansiedad y una sensación de fracaso debida a la inmediatez que requiere de golpe la tarea, y al tiempo total que se ha tenido para realizarla. Esta emoción proviene de la mala gestión del tiempo y de la culpabilidad al sentir que se podría haber realizado con más eficiencia.
Cuando la procrastinación se vuelve un hábito constante, es fácil llegar a pensar que es imposible salir del círculo, pero la realidad es que, con las herramientas de gestión necesarias, puede llegar a ser muy fácil crear rutinas de trabajo y estudios eficientes para no caer de nuevo en el mismo problema, según indican desde Productividad Feroz.
Causas de la procrastinación, ¿pereza o rechazo?
La procrastinación no proviene de la pereza, si no que su fuente es la reacción negativa que producen la realización de ciertas tareas, que pueden resultar demasiado exigentes, o muy monótonas y aburridas. Muchas personas, ante el rechazo inicial que les produce realizar estas tareas prefieren ocupar su tiempo con otro tipo de actividades como revisar los correos, las cuentas bancarias o limpiar con el objetivo de sentirse productivos.
La realidad es que este tipo de actividades no aportan tanto valor, ya que están eludiendo la fuente principal del estrés, y cuando el tiempo de finalizar la tarea que causa rechazo es inminente, se realiza con un gran malestar y estrés, y con mucho menos tiempo del que inicialmente se disponía.
El entorno, las tentaciones, la baja autoconfianza producida por los malos hábitos, el exceso de confianza o la falta de energía y motivación también son algunas de las causas principales de la procrastinación.
Con el objetivo de acabar con los hábitos tóxicos, Miguel Navarro, CEO de Productividad Feroz, propone crear nuevas costumbres más saludables que puedan generar un mejor vínculo con el trabajo y los estudios y, por consecuencia, con uno mismo.
- Activación: El primer paso para romper con la procrastinación es ponerse en marcha cuanto antes. Si el objetivo es adelgazar, empezar en este momento la dieta es algo que va a ayudar. Tomar decisiones, aunque sea difícil, es imprescindible para activar el cambio.
- Planificación: Al principio de cada día es imprescindible ubicar las tareas más importantes a medio-corto plazo, ya que durante este horario el nivel de enfoque es mucho mayor, y lo mejor es dirigir esa energía en las tareas más relevantes. Además, cuando se ha realizado una tarea pesada que generaba mucho rechazo al principio del día, el resto de la jornada se sentirá mucho más liviana y habrá merecido la pena el esfuerzo.
- Fraccionar el trabajo: Es normal magnificar una tarea que resulta muy desagradable, pero fraccionar el trabajo y ponerse objetivos más pequeños puede ayudar a descargar parte de la presión y el rechazo que genera una tarea. Fraccionar una tarea en fases genera un sentimiento positivo cada vez que se termina una de esas pequeñas tareas, y ayuda a realizar las demás con mayor motivación. Definir un tiempo limitado para cada tarea también será de gran ayuda.
- Eliminar distracciones y malos hábitos: actualmente es más fácil que nunca encontrar distracciones, el smartphone es una herramienta que permite facilitar el trabajo y la vida social, pero también es un foco de distracción. Aunque puede ser difícil, hay que intentar eliminar poco a poco estos pequeños hábitos que influyen en la pérdida de productividad.
- Visión: visualizar la consecución de los objetivos y el éxito ayudará a hacerlo realidad.
- Proteger el tiempo: es necesario priorizar el tiempo y decir que no a ciertos planes que no son prioritarios. Algunas de las actividades que las personas realizan en su día a día son necesarios, o les son apetecibles, en estos casos está bien que los lleven a cabo, pero muchas de estas actividades tienden a hacerse por compromiso y no por tener unas ganas reales o porque se vaya a obtener algún tipo de beneficio, en estos casos lo mejor es decir que no y proteger el tiempo útil.
- Desconectar: Planificar los momentos de desconexión puede ayudar a disfrutarlos con más intensidad y a evitar la culpabilidad de no estar realizando ninguna tarea productiva. En realidad, desconectar y dedicarle un tiempo programado a un hobby es algo que va a aumentar la productividad con creces.