Los procesadores de bajo consumo llevan mucho tiempo entre nosotros. Estas soluciones han permitido la creación de nuevas categorías de portátiles, más ligeros y compactos, y también con una mayor autonomía, y lo mejor es que no nos han obligado a renunciar a un buen nivel de rendimiento en la mayoría de los casos.
Con todo, sé que los procesadores de bajo consumo siguen generando algunas dudas entre los usuarios, y teniendo en cuenta la importancia que tienen en equipos profesionales, he querido compartir con vosotros este artículo donde os vamos explicar cómo marcan la diferencia, y qué podemos esperar de ellos. También os diré cuándo, y por qué, son una buena elección.
Empiezo por el principio. Los procesadores de bajo consumo son versiones que están ajustadas en materia de frecuencia de trabajo para funcionar a una velocidad menor que las versiones estándar, y para escalar a un nivel más bajo en su modo turbo. Sin embargo, mantienen el mismo número de núcleos e hilos que sus versiones estándar equivalentes, y tienen la misma arquitectura base, así que el IPC que ofrecen es el mismo.
Así, por ejemplo, el Ryzen 7 5800U tiene 8 núcleos y 16 hilos, utiliza la arquitectura Zen 3 y funciona a 1,9 GHz-4,4 GHz, modo normal y turbo, pero mantiene una velocidad inferior a los 4 GHz cuando trabajan todos sus núcleos a la vez. Por contra, el Ryzen 7 5800H mantiene todas esas claves y tiene el mismo número de núcleos e hilos, pero funciona a 3,2 GHz-4,4 GHz, modo normal y turbo, y su frecuencia escala a un nivel más alto cuando todos los núcleos están activos. Esto significa que rinden menos, pero la diferencia no es abismal, y lo compensan con otras ventajas, como vamos a ver a continuación.
Los procesadores de bajo consumo tienen, además, un TDP más bajo, lo que significa que generan menos calor, y que por tanto no necesitan sistemas de refrigeración voluminosos. También consumen menos energía, lo que obviamente ayuda a mejorar la autonomía. Todas estas claves nos permiten entender por qué con estos procesadores es posible crear portátiles más ligeros, más compactos y con una mayor autonomía.
Es cierto que, si nuestra prioridad es el rendimiento, deberemos optar por las versiones estándar, pero si vamos a necesitar una alta movilidad y una buena autonomía, los procesadores de bajo consumo son imprescindibles. Para muestra un botón, un portátil con un procesador estándar puede rondar las 6 o 7 horas de autonomía por carga de batería, en el mejor de los casos, mientras que los procesadores de bajo consumo pueden alargar esta autonomía hasta las 14 horas, en algunos casos.