El sector inmobiliario es uno de los que más se ha tenido que reinventar para sobrevivir a la crisis sanitaria, aunque es cierto que el covid les ha pillado con los deberes de digitalización bastante acelerados. Al final, los últimos acontecimientos han acelerado planes y tecnologías que ya estaban empezando a calar en el sector. Uno de ellos es la firma digital, una manera de acelerar la gestión y formalización de los contratos entre propietario y comprador, que se ha convertido en un instrumento muy útil para promotoras e inmobiliarias.
El uso de la firma digital se ha extendido rápidamente por todo el sector en los últimos meses, convirtiéndose en el último peldaño para la digitalización total del proceso de alquiler o compra: empezando por las visitas virtuales, el envío online de documentos con validez jurídica y, ahora, la firma del contrato.
Dos de las principales necesidades de las empresas inmobiliarias, minimizar el contacto social y superar las restricciones de movilidad, se ven resueltas con esta nueva tecnología. Realmente, tanto los obstáculos como los beneficios obtenidos son aplicables a muchos otros sectores profesionales.
Además, no olvidemos que el mercado inmobiliario español es muy atractivo para los inversores internacionales que han encontrado en la firma digital una gran ayuda para «saltar» la frontera sin necesidad de presencia física.
Ventajas para el cliente
La firma electrónica es el conjunto de datos, en formato digital, que identifican al firmante y que están asociados a un documento. Tiene la misma validez que la firma en papel, aunque el concepto de firma electrónica incluye varias tipologías con diferente grado de seguridad en lo que respecta a la identificación única del firmante.
En lo que respecta al cliente, la firma electrónica le permite recibir en su correo electrónico los documentos a firmar y formalizar su aceptación a través de su ordenador, tablet o teléfono móvil, habitualmente sin la necesidad de descargar ningún software o app.