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Jueves, 21 Noviembre 2024

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Detectar la mentira en tiempos de Redes Sociales

pinocho

Una de las principales características del  ser humano es que es un ser social. Desde un punto evolutivo, dada su vulnerabilidad como individuo, se optó por unir fuerzas y actuar en grupo, lo que trajo innumerables ventajas para sobrevivir en entornos hostiles, a partir de la cooperación y la solidaridad.

El proceso evolutivo fue tal que la vida en sociedad llegó a convertirse en el verdadero nicho ecológico, al que debía adaptarse para obtener más y mejores recursos dentro del grupo. Para ello, alguna de las estrategias más eficaces resultó ser el disimulo o el engaño, que, empleada según el momento y la situación, permitía al individuo adaptarse en las relaciones sociales.

Uno de los ámbitos en los que la simulación cobra especial importancia es el ámbito laboral y, concretamente, en las entrevistas de trabajo. Y es entendible, por una parte, el candidato quiere mostrar la mejor versión de si mismo y, por otra, quien debe emplear tiene que contar con estrategias que le permitan apostar por el mejor para el puesto.

En general, podemos afirmar dos cuestiones en el área de la mentira y el engaño:  por un lado, la mentira forma parte de las relaciones sociales, y, por otro, tendemos a subestimar nuestra capacidad para detectar el engaño, al mismo tiempo que sobreestimamos el modo en que los demás pueden acceder a nuestros pensamientos y emociones, aunque intentemos ocultarlos.

Pensamos que hay indicadores de la mentira que pueden ser observados a partir de nuestro comportamiento, fundamentalmente el no verbal, y que estos indicadores, además, están tan generalizados que puede llegar a establecer algo así como un diccionario de signos de mentira. Nada más lejos de la realidad. Cada individuo es único en su comportamiento debido a factores tanto genéticos como ambientales. Solo después de un conocimiento exhaustivo de cada persona concreta podemos llegar a establecer claves, a detectar pistas que nos permitan lanzar hipótesis sobre conductas de engaño.

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Por eso es por lo que somos mucho mejores detectando la mentira en las personas que conocemos bien, que en aquellas de las que sabemos poco. Y no siempre lo hacemos con acierto. En la creencia de que se puede detectar la mentira, la persona que desea engañar realizará cuantas acciones crea que son necesarias para ocultar sus verdaderas intenciones, sobre todo, intentando controlar aquella información que puede trasmitir a la otra persona a través de expresiones, gestos, movimientos, etc.

Mentiras y tecnología

En una sociedad cada vez más tecnócrata, las relaciones sociales tienen otras formas de expresión, como las aplicaciones de mensajería inmediata (tipo WhatsApp), o aplicaciones para conocer a otras personas. Sin embargo, en las redes sociales la interacción no se realiza cara a cara. No hay contacto físico real, por lo que las herramientas para el engaño son diferentes. Se genera una imagen que puede coincidir más o menos con la verdadera, aunque puede ser tan distinta como se quiera y afectar a cualquier ámbito de la vida, ya sea el sexo, la edad, la nacionalidad, la profesión, etc. Dado que no hay un comportamiento verbal y no verbal directamente observable, como bien sabe quien desea engañar, las claves para detectar, tanto para la mentira, son diferentes.

Es de suponer que, a través de las redes sociales, el mentiroso dará cierta información de sí mismo, sobre todo, ficticia, para lograr su propósito. Esta información incluso puede haber sido preparada y elaborada con tiempo y con todos los recursos que los medios informáticos facilitan.

En cualquier caso, cada acto que el embaucador realice es una conducta y esta puede ser analizada. Para desenmascararle, no quedará otro remedio que detectar si la información que proporciona puede ser comprobada por otros medios, fundamentalmente aludiendo a datos concretos que pueden ser puestos a prueba por la persona con la que interactúa. Algo tan sencillo como preguntar a alguien que dice tener una nacionalidad concreta sobre quién es su presidente podría servir a modo de ejemplo. De alguna manera, quien pretende engañar evitará en lo posible exponerse, por lo que lo lógico es que trate de eludir con ambigüedades aquello por lo que se le pregunta. Esto mismo ya funcionaría como un elemento que produce desconfianza.

A nadie se escapa que en Internet encontramos muchísima información y muy detallada sobre nuestras vidas y las de las personas de nuestro entorno. Todos esos datos están ahí y solo hay que saber buscarlos. Pero otra cosa bien diferente es la interacción en tiempo real, aunque sea virtual. Tardar mucho tiempo en dar una respuesta que debería ser automática infunde sospechas y ante las posibles excusas solo cabe hacer más preguntas concretas. A todos nos resulta mucho más fácil ocultar la información que elaborar información falsa. Por eso es por lo que no debemos dejar de indagar. El secreto está en hacer aflorar los detalles. Ni el mejor mentiroso puede controlarlos todos.

Agustina María Vinagre y Juan Enrique Soto, docentes del Grado de Criminología de UNIR.

 

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