La tecnología se ha implantado de forma permanente en la mayoría de nuestras actividades cotidianas. Ahora, no sólo utilizamos ordenadores, teléfonos y otros dispositivos tecnológicos de última generación en nuestra vida profesional, sino que nuestros hogares también son cada vez más futuristas. Asistentes de voz, cerraduras inteligentes, electrodomésticos autónomos y controlados desde el móvil… lo cierto es que el concepto de ‘Smart-home’ se está implantando en nuestras vidas muy rápidamente.
Y en este mundo actual impulsado por la tecnología, son muchos los que ven nuestros teléfonos inteligentes y tabletas como la razón principal por la que se producen disputas entre parejas o familias. He estado en varios restaurantes donde familias están sentadas juntas pero separadas en sus pensamientos, mientras cada miembro está concentrado en sus teléfonos. Parece lógico argumentar que nuestra vida diaria se ha más «solitaria» debido al uso desenfrenado y constante de dispositivos de alta tecnología. Pero: ¿es realmente la tecnología la causante de estos cambios en las relaciones?
Si atendemos a los datos del estudio anual ‘Mobile & Connected Devices’ del IAB, la penetración de internet en España en individuos mayores de 14 años alcanza el 82%, de los cuales el 96% tiene smartphone. Esto implica un uso de la tecnología tan intensivo en adultos, que la cuestión no debería centrarse tanto en si la tecnología es positiva o no, sino más bien en la posibilidad de hacer uso de las nuevas tecnologías de una forma positiva y beneficiosa para todos.
Si la tecnología en su día fue diseñada para mejorar nuestras vidas, parece lógico señalar que, efectivamente, aporta un gran beneficio. De hecho, la nueva generación de dispositivos funciona a la perfección para simplificar la experiencia completa del hogar inteligente. Por ejemplo, el caso en el que somos expertos en nuestra compañía, el uso de robots aspiradores que nos permiten reducir el tiempo que empleamos en limpiar la casa; o los electrodomésticos inteligentes que facilitan cocinar platos más saludables, con las recetas y porciones adecuadas, y en menos tiempo; las bombillas inteligentes administran mejor la electricidad que consumimos; o los asistentes de voz que facilitan el manejo de todos esos dispositivos. Se trata de herramientas completamente adaptadas al ajetreado ritmo de vida actual, pues nos permiten optimizar el tiempo y hacer varias tareas a la vez mientras vamos andando o en el coche, como buscar información o poner en marcha nuestros electrodomésticos desde el móvil.
Entonces, parece claro que la tecnología debería utilizarse como una herramienta útil para facilitarnos la vida y la organización del hogar y, en lugar de posicionarse como el sustituto de las relaciones personales, convertirse en su potenciador. El contacto físico, hablar, jugar y compartir momentos va mucho más allá de una pantalla.
En definitiva, la tecnología, como todas las cosas buenas de la vida, es necesaria y nos ayuda a vivir mejor, siempre que sea utilizada como facilitador de las actividades cotidianas. Como todo, en exceso puede convertirse en un gran enemigo de las relaciones interpersonales, pero no es algo intrínseco a ella. La responsabilidad de su uso está en cada uno.
Ángel Sánchez, Regional Manager Sur EU Anker.