Elon Musk está nervioso. El show que protagonizó con «submarino-gate» en Tailandia y sus desafortunadas declaraciones en redes sociales lo demuestran. Pero es que al que sin duda es uno de los empresarios más visionarios de las últimas décadas, se le acumulan los problemas. Porque pese a que llevan meses intentándolo, Tesla sigue sin despejar ese cuello de botella que compromete sus objetivos de producción. Y lo que es peor, la compañía empieza a tener serios problemas de liquidez. Tanto que en la última semana se ha sabido que el fabricante ha enviado cartas en las que amenaza a sus proveedores con dejarles fuera…si no devuelven parte del dinero que ya les ha sido abonado.
Elon Musk está nervioso. Los trabajadores de Tesla se quejan de que sus condiciones laborales son esperpénticas. Y como respuesta, su fundador afirma que él sí se compromete…y duerme sobre el cemento de la fábrica para compartir su sufrimiento. Porque todos están en el mismo barco, y todos tienen que compartir ese «make a world a better place» que inspira a los líderes mesiánicos de Silicon Valley.
Elon Musk está nervioso. A su otra gran apuesta, SolarCity, tampoco le acaba de ir bien del todo. Un año después de que se hayan abierto las reservas para instalar sus fantásticas tejas solares, se han completado menos de diez instalaciones. Y aunque las tejas lucen bien y desde luego son mucho más estéticas que los clásicos paneles solares, los primeros dueños afirman que la generación de energía en menor de la que habían prometido.
Elon Musk está nervioso. Porque mientras los problemas se acumulan, su competencia empieza a demostrar que los chicos de Tesla no son los únicos que pueden hacerlo bien. Y es que tras las promesas de compañías como BMW, Audi o Volvo, ahora ha sido Ford la que acaba de anunciar que de aquí a 2023 invertirá más de 4.000 millones de dólares en el desarrollo de vehículos autónomos. Ford tiene dinero…y fábricas.
Elon Musk está nervioso. Porque para justificarse, necesita salvar el mundo. Que sea SpaceX la que lleve el primer ser humano a Marte. Que su «Boring Company» cambie para siempre el aspecto de las ciudades o que su «HyperLoop» convierta a los trenes de alta velocidad en una reliquia del pasado. Pero mientras eso pasa, los inversores se cansan.
Elon Musk está nervioso. Y es una pena. Porque es un genio.