Justo ayer vimos que los primeros listados de equipos con Windows 10 sobre ARM y SoC Snapdragon 845 mostraban una mejora de rendimiento que en el mejor de los casos llegaba a ser de un 40% frente a los modelos con Snapdragon 835.
No hay duda de que se trata de una mejora notable frente a la generación actual, pero no es suficiente. Las diferentes pruebas de rendimiento realizadas con equipos basados en Windows 10 sobre ARM y SoC Snapdragon 835 han confirmado que su desempeño es muy justo y que en ocasiones no llegan a estar ni siquiera al nivel de un procesador Intel Celeron de última generación, algo muy negativo ya que hablamos de equipos que tienen un coste medio de 700 euros.
Al partir de un rendimiento base tan flojo y aplicar una mejora del 40% nos encontramos con que el resultado final podría ser el propio de un equipo de gama baja, es decir aceptable para tareas básicas y multitarea sencilla, pero poco más.
Para que los nuevos equipos con Windows 10 sobre ARM se ganen el interés del usuario esa mejora de rendimiento no va a ser suficiente si no va a acompañada de una bajada importante del precio. Dicha rebaja debería ser lo bastante grande como para distanciarlos de los ultrabooks económicos que utilizan procesadores Core i3 y Core i5 de bajo consumo y que vienen en configuraciones básicas con 4 GB-8 GB de RAM y 128 GB-256 GB de SSD.
A la hora de elegir un portátil profesional el precio y el rendimiento son dos criterios fundamentales. Si el segundo no acompañada del todo pero es «aceptable» la única forma de darle atractivo es con un precio interesante, y en este caso deberíamos hablar de un rango máximo de precios de entre 400 y 600 euros.