¿Programan las empresas tecnológicas la «muerte» de los cartuchos de sus impresoras? Es la pregunta que se están haciendo los franceses en este arranque de año. Lo que durante décadas ha sido una sospecha en el sector tecnológico, salta a los tribunales galos, que investigarán en primer lugar si el fabricante japonés EPSON es culpable de recurrir a esta práctica para vender más cartuchos.
Ha sido la fiscalía de Nanterre la que el pasado jueves ha abierto una investigación preliminar por «obsolescencia programada» y «engaño», después de que una asociación de consumidores presentara una denuncia en este sentido en septiembre pasado.
La demanda de «Alto a la obsolescencia programada» (HOP) también se refería a otras marcas de impresoras. Según la asociación, dedicada a perseguir esta práctica fraudulenta, se han detectado al menos dos técnicas en estas marcas: la inclusión de elementos que indican engañosamente que la tinta se ha agotado y el bloqueo de las impresoras cuando todavía queda líquido en el cartucho.
Francia reconoció en 2015 la obsolescencia programada como delito penal, que puede acarrear penas de prisión a sus responsables. La divulgación de esta noticia coincide con la de que HOP ha presentado una denuncia por obsolescencia programada contra el fabricante estadounidense de teléfonos móviles Apple.
Lo hizo después de que Apple reconociera haber ralentizado algunos de sus modelos antiguos mediante las actualizaciones de los sistemas operativos, oficialmente con el objetivo de prolongar la vida de las baterías de los mismos. Pero la asociación de consumidores indicó que esa medida esconde un objetivo comercial, el de promover la venta de los modelos más modernos.