El sector editorial no es un campo especialmente abonado para el desarrollo de startups y proyectos realmente innovadores. Ni siquiera el libro electrónico, del que los agoreros decían que acabaría para siempre con el reinado del papel, ha conseguido hacer mella en una industria que no ha experimentado cambios radicales en más de 500 años.
Y sin embargo, gota a gota, desde plataformas de autopublicación, a otras de distribución de contenidos empezamos a ver en los últimos tiempos proyectos interesantes. Tal vez no sean revolucionarios, pero sí que tienen los ingredientes necesarios para llamar la atención y refrescar una industria que necesita una buena inyección tecnológica para superar los retos que se le presentan.