Los relojes inteligentes siguen en tierra de nadie. Una vez superada la fiebre inicial que acompañó el lanzamiento del Apple Watch y de algunos smartwatches Android, lo cierto es que no han conseguido convertirse en unos superventas.
De hecho tal y como indica un reciente estudio desarrollado por NDP group únicamente un 9% de los mayores de 18 años se visten con estos dispositivos inteligentes.
Tal vez y como cada vez más marcas empiezan a intuir, el problema nace de su planteamiento inicial: ofrecer a los usuarios un ordenador de muñeca en el que ejecutar todo tipo de Apps sin tener que recurrir al teléfono móvil. Pero como las estadísticas de uso se empeñan en demostrar, no es eso lo que quieren los usuarios.
¿Y qué es lo que quieren? Como se recoge en el mismo informe, la mayoría de los usuarios de estos dispositivos, utilizan sus relojes para tres acciones básicas: consulta de las notificaciones que envía su teléfono móvil (54%), registro de actividades deportivas (45%) y consulta de alertas informativas (31%).
Casi todas sus otras posibilidades, pasan a un discreto segundo plano. Así la posibilidad de emitir o recibir llamadas solo le parece interesante al 26% de los usuarios, su uso como dispositivo GPS al 19% e incluso si integración con el correo electrónico u otras aplicaciones de productividad solo encuentra una respuesta positiva para el 25% de los encuestados.
Queda claro por lo tanto que los usuarios no quieren tener en su muñeca un smartphone en miniatura, sino que demandan precisamente lo que el teléfono móvil no les puede dar. Es decir, apuestan por un menor uso de Apps y más información sobre lo que les está pasando.