«An iPod, a Phone, and an Internet Communicator». Así es como el 29 de junio de 2007 Steve Jobs presenta el primer iPhone, un producto que desde el primer momento se convierte en un fenómeno de masas, disrumpe la industria tecnológica e inicia una revolución que llevará a Apple a convertirse en la empresa más valiosa del mundo.
Diez años más tarde, Elon Musk presenta su Tesla Model 3, el primer automóvil eléctrico de la compañía pensado para conquistar a las masas. En unas semanas casi 500.000 personas de todo el mundo se ponen a la cola para convertirse en los orgullosos propietarios de los nuevos vehículos. Y el Model 3, de forma aún más acentuada que los poco accesibles Model S y Model X se convierte en el gran producto aspiracional de los últimos años.
Si Jobs cambia para la siempre la industria tecnológica, Musk quiere un antes y un después de Tesla en el sector del automóvil: un mundo de vehículos autónomos en el que «tener que conducir» sea un mal recuerdo del pasado.
Pero aunque es verdad que tanto Steve Jobs como Elon Musk comparten esos rasgos mesiánicos, propios del líder innovador capaz de pensar diferente, también lo es que Tesla no es Apple…y la compañía puede encontrarse en el camino serios obstáculos para seguir siendo relevante en los próximos años.
Bienvenidos al «Manufacturing Hell» de Tesla
Pocas personas dudan de que Tesla se ha convertido en pocos años en la compañía más innovadora del momento. Ninguna como Tesla ha llevado tan lejos las bondades que se le presuponen a un vehículo eléctrico. Ninguna se ha aproximado a ese sistema revolucionario de conducción autónoma que bajo el nombre de Autopilot, deja por el momento boquiabierta a casi toda su competencia.
Esa apuesta sin complejos por ser los que más innovan se ha traducido en que la valoración de la compañía se haya disparado hasta los 53.000 millones de dólares, posicionándose como el fabricante de coches de Estados Unidos que más vale en Bolsa, por encima de gigantes como Ford o General Motors.
¿Por qué? Porque a pesar de que frente a los 7.000 millones de dólares que Tesla ingresó en el último año, GM facturó 166.400 millones y Ford 151.800 millones, de Tesla se espera mucho más. Tanto que Goldman Sachs y JP Morgan creen que la compañía está sobrevalorada en un 63%.
Eso sí, de momento los inversores tendrán que esperar si quieren recuperar su dinero. La empresa ha presentado 2.000 millones de dólares en pérdidas en los últimos dos años. A esto se suma el hecho de que debe nada menos que 10.000 millones de dólares en concepto de emisión de bonos de deuda. Hace unas semanas la empresa suscribía una nueva emisión de 1.500 millones para conseguir escapar de lo que Elon Musk denomina su «manufacturing hell»: dejar de ser una pequeña empresa que construye automóviles para poner en marcha auténticas fábricas que produzcan en masa.
Aunque la compañía está haciendo todo lo que puede para no morir de éxito, de momento el programa de entregas de su Model 3 no es precisamente un camino de rosas. Pese a que los primeros automóviles empezarán a entregarse este mismo mes de septiembre, los compradores internacionales que ya hayan hecho su reserva, no podrán empezar a conducir sus flamantes Tesla hasta finales de 2018 (o principios de 2019 para los mercados en los que el volante esté situado a la derecha).
Para entonces es de esperar que fabricantes como Volkswagen, Mercedes, Nissan, etc. no se hayan quedado precisamente de brazos cruzados. Y con una capacidad de producción y canales de distribución infinitamente superiores a los que ahora tiene Tesla, la batalla por dominar el mercado del vehículo eléctrico tiene hoy menos que nunca, un ganador claro.
Musk se lo juega casi todo a una carta: si a medio plazo la compañía no es capaz de convertirse en la gran dominadora del segmento de los vehículos autónomos y si este no se convierte en un fenómeno de masas, las inyecciones de dinero de sus inversores desaparecerán.
Tesla y la disrupción que no llega
Comentábamos antes que no hay ninguna duda de que Tesla es una compañía tremendamente innovadora. Pero esta cuestión puede pasar a un segundo plano si no es capaz de ser disruptora, cambiar para siempre la industria y liderarla. ¿Es Tesla una empresa disruptora? Según Harvard Business Review entran en esta categoría las empresas que se presentan en alguno de los siguientes escenarios.
- La empresa ofrece un producto más caro pero su superioridad técnica cambia los patrones de compra de los consumidores, que en masa abandonan los productos más baratos. (Apple)
- La empresa ofrece una alternativa que redefine las expectativas de los consumidores, creando un nuevo nicho de mercado. (Spotify, Netflix)
- La empresa presenta un largo periodo de crecimiento, reduce sus beneficios al máximo y lleva a la industria tradicional al colapso y a tener que reinventarse.(Amazon)
- La rápida evolución de nuevas tecnologías impulsa a el desarrollo de nuevos productos que son mejores y más baratos desde el principio, disparando el abandono repentino de los consumidores de los productos dominantes, para favorecer a los nuevos. (Google)
En ninguna de estas categorías encaja fácilmente Tesla. A diferencia de Apple, no es capaz de obtener millones de dólares desde el principio, entre otras cosas porque carece de su capacidad de distribución, así como de sus canales de venta y postventa.
Y tampoco es comparable a Netflix o Spotify, responsables de la gran disrupción en la distribución de contenidos digitales. La industria del automóvil no ha cambiado para siempre gracias a Tesla y es probable que no lo haga en años. Si a medio plazo Tesla se impone, lo hará junto a otros fabricantes que ahora mismo apuestan por exactamente las mismas tecnologías en las que el fabricante norteamericano lleva cierta delantera. ¿Pero durante cuánto tiempo?