Pocas producciones de ficción han acabado por ser tan proféticas como «Los Simpsons». En su capítulo «Simpson Tide» correspondiente a la novena temporada y estrenado en marzo de 1998, Bart se dirige al centro comercial de Springfield con la intención de hacerse un piercing en la oreja. Al entrar, descubre con sorpresa que casi todos los locales pertenecen a Starbuks y cuando acude al centro de tatuajes en el que le van a perforar la oreja, el encargado le dice bruscamente: «decídete pronto chaval, este local está a punto de convertirse en un Starbucks».
La parodia hace por supuesto referencia a la política de expansión y nuevas aperturas de la popular franquicia americana, tan amada como odiada, que la ha llevado a literalmente inundar algunas ciudades con frapuccinos y muffins. Tanto que como explica esta semana Quartz, en una suerte de profecía autocumplida, la ventas de la compañía se están resintiendo como consecuencia de la canibalización de sus propias tiendas.
Según la firma de análisis financiero BMO Capital Markets, «la compañía ha saturado de tal forma el mercado americano, que está perdiendo ventas al tener competir contra si misma». Y no exageran. En estos momentos por cada cafetería Starbucks de Estados Unidos hay al menos otras cuatro con las que tiene que competir que se encuentran a menos de una milla de distancia (1,6 km).
Es ciudades densamente pobladas como Nueva York o San Francisco la concentración es aún mayor y ya ha dejado de ser anecdótico el hecho de que algunos franquiciados se hayan visto obligados a cerrar como consecuencia de este tipo de competencia.