La Huerta de Europa tiene sed. El gran milagro agrícola surgido bajo el plástico en una tierra tan desértica como Almería reclama más agua para mantener a punto la maquinaria de la producción masiva de frutas y hortalizas. Cerca de 2.000 pequeños empresarios de la comarca del Bajo Andarax han visto esta semana llegar el agua a sus cultivos, gracias a la decisión de conectar la desaladora de la capital a la red de riego de sus invernaderos.
La batalla por el agua que vive Almería desde hace décadas, alcanzaba en mayo uno de sus episodios más dramáticos. Dos mil agricultores se quedaban sin el suministro de aguas regeneradas por decisión de la Junta de Andalucía, por motivos técnicos y burocráticos.
El tomate, el producto estrella de la denominada Huerta de Europa, corría el riesgo de quedar atrapado en una de las batallas por el agua que lleva librando la provincia desde hace decenios. La necesidad de agua para realizar la plantación de este producto a mitad de agosto se ha resuelto in extremis, gracias a los nada menos que 14 millones de litros anuales que comenzaron a bombearse para riego el viernes 11 de agosto a las ocho de la tarde.
El agua en Almería deja de ser bien de primera necesidad. Se convierte en un vehículo de subsistencia. El cultivo bajo invernadero alcanza las 45.000 hectáreas en cerca de 20.000 explotaciones agrícolas, si se tiene en cuenta que la superficie media de cultivo por campesino es de 2,5 hectáreas, según los expertos.
La producción agrícola de Almeria alcanza los 1.800 millones de euros y la superficie total se sitúa en los 55.195 hectáreas, incluyendo otros cultivos no intensivos de invernadero, según datos del Servicio de Estudios de Cajamar.
Un poco de historia
La revolución agrícola de Almería se inició a comienzos de los años sesenta en varios frentes. Francisco Fuentes, conocido como Paco el Piloto, colocó protecciones de plástico en sus plantaciones y observó un incremento bestial de la producción de judía, pimiento, pepino y tomate. Mientras tanto, el ingeniero agrónomo Bernabé Aguilar, con Juan Cuadrado y la supervisión de Leandro Pérez, del Instituto Nacional de Colonización, se encargaron, de forma casi simultánea, de la explotación de zonas que el Gobierno de Franco consideraba estratégicas: Campo de Dalías, Huercal-Overa, El Saltador, Campo de Níjar y el Higueral.
Con anterioridad, en 1958, José Hernández Buj se había encargado de la comercialización de los productos de la explotación de su padre en el extranjero. En uno de sus viajes a la zona belga de Hoeihaart, en busca de uva para sus clientes británicos, visitó por primera vez un invernadero, el de uno de sus proveedores. Además, tuvo una vivencia que le dejó sorprendido: en un momento de espera dentro del coche vio que se generaba calor dentro del vehículo, mientras las temperaturas eran de bajo cero afuera. Decidió trasladar esta idea a cultivos en Alhama.
Han pasado seis decenios y el modelo agrícola almeriense ha sido propuesto como la mejor forma de alimentar el mundo por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD). Un modelo de agricultura que basa su éxito en unas condiciones atmosféricas únicas, que permiten el cultivo en cualquier época del año, con menos heladas y más de 3.000 horas de sol al año. Con un invierno en que la temperatura en el Campo de Dalías (el área de referencia, en la comarca del Poniente de Almería) fluctúa entre los 10 y los 20 grados.
Advertencia de La Junta
El problema del agua en Almería viene de mucho tiempo atrás. Hace casi 30 años que comenzó a hablarse del peligro de la salinización de los pozos artesianos necesarios para aprovechar las aguas subterráneas para el riego. Ahora, la Junta de Andalucía ha lanzado un aviso para navegantes: en Almería no hay agua para todo.
La situación es grave en zonas de cultivos de vid en Tabernas o de lechuga en Los Vélez. Está en peligro incluso el mismísimo Río Sorbas. Sobre el estado de las aguas subterráneas, la Junta asegura que se encuentran mejor que en los años ochenta de la pasada centuria, cuando se produjo el traspaso de competencias.
Lo cierto es que se vive un momento de alerta máxima, como lo demuestran las constantes declaraciones tremendistas de los políticos. “No podemos tirar al mar 14 millones de litros de agua cada año”, aseguraba hace muy poco el primer teniente de alcalde de Almería, Miguel Ángel Castellón.
El consejero de Medio Ambiente de la Junta, José Fiscal, ha alzado la voz para exigir al Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (Mapama) que Almería cuente con un “capítulo particular” en el Pacto Nacional del Agua.
Y mientras los políticos dan rienda suelta a sus pronunciamientos, muchos agricultores se acuestan pensando si mañana podrán dar de beber a sus cultivos. En tanto, miles de turistas disfrutan del sol y unas playas paradisíacas en una tierra en la que la mano del hombre convirtió en un vergel. Con permiso del agua…