Como cuentan en «El País», el pasado 30 de junio pasará a la historia. A la historia de cómo no hacer las cosas, de cómo no legislar, de cómo no impulsar una recuperación económica. Ese día desaparecieron nada menos que 260.000 empleos.
Así, sin más. El 90%, contratos temporales que finalizaban el último día de mes (viernes), para volver a entrar en vigor el lunes siguiente. Hecha la ley, hecha la trampa: más de 200.000 personas despedidas durante dos días, recontratadas en un»aquí no ha pasado nada». Una práctica que en realidad es fraudulenta y causa un enorme daño a la Seguridad Social pero es difícil de perseguir y para la que hay manga ancha. Al fin y al cabo la inspección de trabajo llega hasta donde llega.
Sería injusto decir que este es el mayor problema de la economía española. Pero es un síntoma. Y de los graves. Los sindicatos se han hartado de decirlo en los últimos meses. El empleo que se crea es precario, temporal y pone en riesgo la recuperación económica. Pero cuando lo dicen los sindicatos, siempre parece sospechoso, como si lo dijeran únicamente como una declaración política, alejada de la realidad.
Pero es que ahora ha empezado a decirlo la patronal. El presidente de la CEOE, Joan Rosell, lleva unas semanas con la mosca detrás de la oreja. «Existe una cantidad de gente muy importante con salarios muy bajos» se ha atrevido a decir en La Ser esta misma semana. «Legar a fin de mes con 800 euros es realmente complicado» reconoce por fin… y «Ha llegado el momento de subir los sueldos» ha repetido esta misma semana recomendando que los salarios crezcan por encima del 2%.
Y no es el único. La ministra Báñez afirmó ayer que «es el momento de que la subida de salarios en España se acompase al ritmo de crecimiento del empleo». ¿Qué quiere decir esto en realidad? Que en un momento en el que el grueso de los españoles no gana más de 16.500 euros brutos al año, ni el consumo se va a recuperar, ni se dan las condiciones para que le tejido empresarial (salvo en el sector servicios) crezca.
Insiste en la misma idea el FMI, que en un informe que presentará de cara a la próxima cumbre del G20, afirma que «la creciente desigualdad y la debilidad del crecimiento de los salarios, particularmente entre las economías avanzadas, pueden lastrar la sostenibilidad de las economías».
En definitiva, a menos que no se empiece a crear empleo de calidad, suban los salarios y baje la temporalidad, seguiremos enquistados en una crisis económica crónica. Sobreviviremos, pero seremos cada vez más irrelevantes.