El éxito está sobrevalorado. Es más, fracasar no sólo no es malo, sino que los grandes fracasos de la historia son más que dignos para su exhibición en un museo. Esto es al menos lo que cree el sueco Samuel West, que hace unos meses puso en marcha en Helsingborg (97.000 habitantes), el que ya es uno de los museos más visitados del país escandinavo: Museum of Failure Innovation
Nos encontramos básicamente con un museo en el que este coleccionista privado ha recopilado algunos dispositivos tecnológicos que no encontraron su momento pero además, productos alimentarios, cosméticos, etc. que o bien fueron mal pensados/diseñados o bien simplemente, no consiguieron conectar con su nicho de mercado.
La idea principal que recorre los pasillos y vitrinas de este museo es que del fracaso no sólo se aprende, sino que puede servir como fuente de inspiración para un éxito futuro. ¿Qué se encuentran los curioso que se animan a visitar el museo?
En primer lugar, algunos viejos conocidos de la industria tecnológica: Sony Betamax, la PDA Apple Newton o la consola portátil Nokia N-Gage. Junto a estos clásicos nos encontramos algunos dispositivos de los que probablemente poca gente ha oído hablar: TwitterPeek, CueCat, o la cámara digital Kodak’s DC40.
Pero como hemos comentado en la introducción, este museo sueco va más allá de la industria tecnológica y recoge fallos de innovación en muchos otros campos: ¿Alguien recuerda la famosa lasaña de Colgate? ¿Y qué hay de esa Coca-Cola II con la que la multinacional quiso remplazar el sabor original?
El error y el fracaso son cosustanciales al proceso de innovación y esa es la sensación con la que el visitante se queda al terminar su visita: mejor intentarlo y fracasar, que no intentarlo en absoluto.