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Jueves, 21 Noviembre 2024

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La economía recupera la confianza de los ciudadanos

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Como todas las mañanas, Javier Pancorbo, diseñador gráfico en una multinacional de moda, decidió ir a su trabajo andando. Para ello, debía cruzar la principal arteria de la ciudad. Era un día espléndido, pero diferente a cualquiera otro de los que había vivido en los últimos diez años. Había alegría y confianza en las calles.

Lo primero que le extrañó fue la cantidad de camiones con los que se encontró. Algo que no había visto desde el pinchazo de la denominada burbuja inmobiliaria, allá por el año 2008. La segunda circunstancia extraña fue el atasco permanente que presenció hasta que entró por el portal de su oficina. Como si todo el mundo hubiera decidido sacar el coche ese día.

La economía española se encuentra en un momento óptimo. No se trata ya de un mantra repetido hasta la saciedad por el Gobierno. El público lo cree. El Índice de Confianza del Consumidor volvió a marcar cotas casi nunca vistas en el mes de abril. Después de una subida de siete puntos, se situó en la zona de los 106,7 puntos, a sólo siete décimas del máximo histórico de diciembre de 2015. Sin embargo, el Índice de situación actual sí alcanzó su máximo histórico tras una subida de nueve puntos, gracias no sólo a la favorable evolución general de la economía, sino al fuerte avance en la percepción en las posibilidades del mercado de trabajo y al más discreto avance en la valoración de la situación de los hogares.

En efecto, la crisis se ha llevado por delante el bienestar de muchas familias, con desahucios o todos sus miembros en el desempleo. Pero en los últimos tiempos, los datos parece que sólo caminan en la buena dirección.

La Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la UE, anunciaba esta misma semana que su pronóstico para el crecimiento de la economía española para este año se sitúa en el 2,8%, cinco décimas por encima de su último vaticinio. El pasado año, la economía española creció el 3,2%.

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Este indicador positivo se suma a muchos otros, como el del empleo. En el mes de abril, el número de parados se redujo nada menos que en 129.281 personas. Y aunque se recuerda que en ese mes se celebró la Semana Santa, el dato reafirma la tendencia manifestada en los últimos cuatro años desde el récord de 5,04 millones de parados de 2013 hasta los 3,57 actuales.

Generación de expectativas

Existe un factor fundamental para medir la salud de un ciclo económico, lo que los expertos denominan generación de expectativas. Es similar a lo que sucede con las astenias primaverales, durante días el cuerpo se encuentra fatigado, mientras la mente está perdida y analiza todo lo que sucede en clave negativa. Un día, sin embargo, todo parece haber cambiado y dan ganas de comerse el mundo.

La economía funciona de un modo similar. Un día, se percibe que a pesar de todo lo malo que se conozca o se pueda observar, la situación ha cambiado. A ello contribuye la generación de expectativas. El consumo de las familias lleva dos años al alza y durante el pasado ejercicio creció el 3,2% impulsado por la reducción del desempleo y por una menor presión fiscal, según el prestigioso gabinete de análisis de Funcas.

La anterior crisis, vivida entre el último trimestre de 1992 y 1995, se resolvió mediante una devaluación salvaje de la peseta en cuatro tramos, cuyo valor cayó el 35% y abarató las exportaciones españolas. Las empresas de comercio internacional fueron las que tiraron del carro de una manera brutal y fueron sustituidas en esta salida de la crisis por el consumo bastantes meses después.

Sin devaluaciones

Esta crisis ha sido diferente. España no contaba ya con el truco de la devaluación, porque la política monetaria y de divisas de toda Europa corresponde al Banco Central Europeo. Además se ha cruzado por medio el estallido de una burbuja inmobiliaria que había llevado a empresas y familias a un endeudamiento bestial.

La posterior etapa de limpieza de balances de las entidades ha sido muy larga y traumática. En esta ocasión, también ha habido empresas que han tirado del sector exterior gracias a una mejora en la competitividad.

Pero ha sido el consumo el que ha sacado al país de la crisis. Hasta hace bien poco podían distinguirse tres grupos claros de trabajadores. Los jóvenes hasta 25 años con poca capacidad de gasto debido a salarios muy reducidos, un grupo de trabajadores entre 25 y 45 años temerosos de ser despedidos de sus empleos y un colectivo de mayores de 45 años masacrado por la reforma laboral, con dos millones de parados en sus filas.

La situación comenzó a cambiar cuando el colectivo de 25 a 45 empezó a percibir que sus empleos no corrían peligro. La restauración del consumo se fue consolidando. A partir de ahí, el engranaje de la economía comenzó a entrar en el círculo virtuoso del que parece que se mantendrá durante unos cuantos años.

Los camiones de la construcción regresaron al paisaje urbano, los atascos salvajes comenzaron a ser habituales y, por qué no decirlo, los comercios y los bares empezaron a recuperar el tono vital perdido diez años antes.

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