Al principio nadie se lo tomó demasiado en serio. ¿Quién iba a comprar un portátil que servía casi exclusivamente para navegar por Internet? Los Chromebooks de Google parecían estar destinados a fracasar, de la misma forma que fracasaron otros productos como Google TV o las más recientes Google Glass. La culpa no era solo de Google. Cuando se presentó el primer Chromebook (2011) el mundo estaba enamorado del fenómeno tablet y no éramos pocos los que estábamos convencidos de que serían precisamente las tablets y sus Apps las que acabarían por sustituir al portátil en la oficina.
Pero entonces ocurrieron dos cosas. En primer lugar, el sector educativo se dio cuenta que dar un tablet a cada alumno no sólo era muy caro, sino que además para los centros resultaban difíciles de gestionar: por ejemplo hasta hace muy poco, cada dispositivo sólo permitía trabajar con una única cuenta de usuario. La segunda y tal vez más interesante: a medida que los smarphones crecieron en tamaño, los tablets empezaron a perder su atractivo para un usuario medio que siempre consideró al tablet como un medio para consumir contenido y no para producirlo.
A su vez, el espartano Chrome OS que debutó en 2011 en portátiles con especificaciones y calidades más bien modestas, empezó a crecer tanto en funcionalidades (soporte offline para determinadas WebApps) como en apoyo por parte de la industria. A partir del lanzamiento del primer Chromebook Pixel y sobre todo a raíz de su segunda generación, Chromebook Pixel (2015), la industria tomó nota y «comprendió» que tal vez muchos usuarios solo necesitaban eso: un equipo rápido, bien construido, con una enorme autonomía y cero mantenimiento.
Así que tras la timidez de los primeros años, empresas como Asus, HP, Dell, Toshiba… empezaron a presentar tanto equipos baratos (por 200 euros cualquiera podía tener un Chromebook) hasta otros mucho más premium destinados a un mundo corporativo que junto al progresivo despliegue de las aplicaciones de negocio al cloud, empezó a comprender que no necesitaba invertir mucho dinero en equipos de calidad y que cumplían con todas sus demandas en escenarios de movilidad. ¿Resultado? Los Chromebooks desplazaron a los tablets en universidades y centros educativos y se convirtieron en una opción atractiva para muchas empresas, que por unos 500 euros podían decidir entre un PC Windows de gama baja-media o un Chromebook de gama alta.
Cloudbook o cómo Microsoft se da cuenta
Que el nicho de mercado al que apuntan los Chromebooks es más que interesante es algo que Microsoft sabe desde hace tiempo. Y no, no es que no lo haya intentado. Con el lanzamiento de Windows 8 se inventó ese Windows RT que básicamente quería competir con el mundo iOS y Android en tablets, pero que no acabó de cuajar: los usuarios que apostaban por Windows, querían un Windows completo y no una experiencia «capada» que se limitaba al uso de Apps y no de aplicaciones de escritorio completas.
Poco más tarde y ya con Windows 10 en el mercado, fabricantes como HP se lanzaron al agua con productos como Stream. Y la intención era buena. Pero el problema es que se repitió el fenómeno netbook. Equipos que sobre el papel prometían pero que en la práctica se «arrastraban» al prometer algo que no podían realmente ofrecer: máxima velocidad, autonomía casi infinita.
Así que ahora Microsoft ha decidido tomárselo más en serio. Tan en serio que hace poco presentó Windows 10 Cloud, una versión ligera y mejorada de Windows RT, incluyendo soporte para algunas aplicaciones de escritorio, permitiendo por ejemplo el poder trabajar con una versión completa de Office y no sólo con sus «Apps universales».
¿En qué equipos veremos este Windows 10 Cloud? Aunque todavía no hay ningún equipo que haya nacido con este sello, sí que se han filtrado las especificaciones mínimas que deberán cumplir los fabricantes que quieran vender lo que ya se conoce como Cloudbook, o lo que es lo mismo: la respuesta de Microsoft a los Chromebooks.
Así sabemos que aquellos que quieran entrar en ese nuevo nicho de mercado, deberán cumplir con lo siguiente: Intel Celeron (mínimo en su versión de cuatro núcleos), 4 GB de RAM, 32 GB de almacenamiento flash, gran autonomía y panel táctil (opcional). ¿Qué deberíamos ser capaces de hacer con estas especificaciones? Básicamente lo mismo que con un Chromebook: navegar en Internet, editar documentos, consumir contenidos multimedia y poco más. En ese poco más, encontraremos las cientos de Apps que Microsoft ofrece en su Windows Store que deberán competir eso sí, con el soporte para Android que ya tienen todos los Chromebooks que se venden desde enero de este año. ¿Será suficiente?