Powa Technologies lo tenía todo para ser el gran unicornio europeo. La startup británica, todo un referente en el viejo continente dentro del ámbito de las fintech, llegó a ser valorada a principios de este mismo año en casi 2.800 millones de euros. Semanas más tarde, mercados de todo el mundo miraban estupefactos como la empresa, que contaba con más de 1.200 clientes en todo el mundo (algunos tan importantes como Carrefour o Universal Music) se desmoronaba y en pocos días se declaraba en bancarrota. ¿Qué había pasado?
Las primeras noticias, fechadas el pasado 24 de febrero, indicaban que la empresa despedía a 74 de sus 311 empleados, reducía sus operaciones y se preparaba bien para la bancarrota, bien para ser adquirida. Lo curioso es que sólo unos días antes, Dan Wagner, CEO de la empresa, declaró con la «chulería» que le caracteriza que Powa se convertiría en «la mayor firma tecnológica de la historia»
Y aunque la declaración era a todas luces exagerada, la historia de Powa Technologies parecía tener todos los ingredientes del éxito que sobre el papel, acompañan a los grandes unicornios de Silicon Valley.
El crecimiento descontrolado de Powa
Hasta hace pocos meses, Powa era considerada una de las grandes startups del mundo fintech. Conocida por muchos por ser el «Square europeo», comercializa una App para gestionar pagos en TPV y puntos de venta del sector del retail.
Su ventaja competitiva es que permite procesar cualquier tipo de pago, desde cualquier canal y medio, optimizando de esta forma la experiencia de compra. Además también es conocida por su PowaTag, un sistema que permite a los consumidores adquirir un producto únicamente escaneando su código de barras con su teléfono móvil y que está enfocado al display comercial por ejemplo, en anuncios impresos.
Dos productos bastante sólidos en realidad, que en 2013 consiguieron atraer la atención de varios fondos de inversión riesgo. Tanto es así que ese mismo año, la empresa hizo historia al levantar nada menos que 175 millones de dólares en una ronda que situaba a una para entonces semi desconocida startup británica, en las grandes ligas del sector fintech.
Con dinero fresco el bolsillo, la compañía hizo lo que muchas otras: gastar. Powa se expandió rápidamente, inaugurando lujosas sedes en las zonas más exclusivas de Londres y Nueva York entre otras ciudades, llevando su presencia a los principales países europeos, entre ellos España. Pero pese a que ganaba en número de clientes y en la popularidad que otorga la etiqueta «unicornio», no conseguía ser una compañía rentable. En nueve años de actividad, no ofreció a sus inversores ni un sólo euro de beneficios.
No sólo una gestión fallida
El fracaso de Powa Technologies encuentra para muchos su razón de ser en la particular personalidad de su CEO, Dan Wagner, conocido entre otras muchas cosas por aprovechar las plazas de aparcamiento reservadas para personas con movilidad reducida, para estacionar su lujoso Bentley, o por acumular sobre su escritorio decenas de multas sin pagar.
Pero más allá de una forma de ser un tanto despótica, muchos de sus empleados han puesto en los últimos días en cuestión la capacidad de Wagner para dirigir la empresa. Steven Prowse, CFO de la startup en 2014 publicó recientemente un artículo en LinkedIn en el que aseguraba que la de Powa ha sido «la peor gestión que he visto en una compañía en mis treinta años de carrera». Asegura este ex-empleado de Powa que las prácticas de contabilidad dentro de la startup eran como mínimo «laxas» y que sus ejecutivos eran «sorprendentemente inmaduros» e incluso «bipolares».
La sorprendente personalidad de Wagner se manifiesta en hechos como que pocos días después de declararse en bancarrota, supuestamente encargó a una empresa o persona (todavía este extremo está sin aclarar) para que editarse la entrada de la compañía en Wikipedia así como la de su persona, de modo que se suavizase todo lo relativo a la quiebra de la compañía y su implicación en la misma.
Más extraño aún es una imagen filtrada por los empleados de la empresa, en la que se muestra a Dan Wagner disfrazado de David Bowie y que fue enviada a todo el staff de la compañía dos días después de la muerte del conocido artista, en forma de «sentido tributo». A esta foto acompañaba un texto en el que el propio Wagner afirmaba que la compañía estaba a punto de entrar en Break Event (producir beneficios).
La empresa se encuentra actualmente bajo la gestión directa de Deloitte y con casi 300 empleados todavía en activo, encara un futuro plagado de dudas. El ejemplo de Powa por supuesto, no es representativo de las startups en general o de los unicornios en particular, pero sí que refleja parte de un fenómeno construido sobre altas valoraciones, inversión riesgo desaforada y prácticas empresariales sobre las que pesa un alto grado de inexperiencia.
Casos como el de Powa, Evernote, Tango o incluso Snapchat ya llevan a muchos analistas a pronosticar un frío otoño en Silicon Valley y tal vez el fin de la furia inversora que el capital privado ha lanzado sobre las startups tecnológicas en los últimos cinco años.