Muchos autónomos se están haciendo la siguiente pregunta: ¿En qué momento el trabajador autónomo debe contemplar la opción de continuar con su labor profesional como sociedad? Según los expertos, entre los 45.000 y 50.000 euros anuales de facturación empieza a resultar rentable esta última opción.
Aunque a simple vista puede parecer lo mismo ser autónomo que empresario, en la práctica se encuentran una serie de diferencias bastante reseñables, sobre todo en lo que se refiere al ámbito de gestión y fiscalidad. Las dos opciones son válidas para desempeñar una actividad empresarial, pero se debe elegir entre una y otra en función del tipo de actividad que se desarrolle y del volumen de negocio.
A la hora de decidir entre una u otra opción se debe valorar la fiscalidad, pero también la responsabilidad. Cuando existen impagos a terceros la manera de hacer frente a esas deudas es diferente. Los autónomos responden con su patrimonio personal, pudiendo ampliarse a los cónyuges en el caso de los matrimonios con régimen de bienes gananciales. Por su parte, cuando se habla de sociedades se realiza distinción entre el patrimonio individual y el social. Los socios deberán hacer frente a las deudas con el dinero que haya aportado cada uno