¿Estarías dispuesto a renunciar a todos los días que te corresponden de vacaciones? Sin que nadie te lo dijera. Simplemente por el placer de trabajar más. ¿No? Pues eso precisamente es lo que hacen el 56% de los trabajadores americanos que según un informe elaborado por Allianz, simplemente decidieron no cogerse ni un sólo día de vacaciones durante el año pasado.
Como cuenta en un amplio reportaje “The Guardian”, tomados en su conjunto, los trabajadores americanos renunciaron el año pasado a nada menos que 169.000 días de vacaciones, equivalentes a 52.400 millones de dólares en beneficios para sus empresas.
La pregunta es obligada: ¿Por qué no aprovechan sus días de vacaciones? ¿No les apetece descansar de vez en cuando? ¿Existe alguna presión por parte de las empresas para que no se tomen los días de vacaciones que les corresponden? La respuesta no es sencilla.
Por un lado, dejemos claro que en general, ninguna empresa de Estados Unidos impide a sus empleados que se vayan de vacaciones. Entre otras cosas, porque a diferencia de Europa, en Estados Unidos los días de vacaciones no están reconocidos por ley. Son las empresas, las que de forma discrecional determinan cuántos días le corresponden en este concepto a sus trabajadores. En muchos casos, durante el primer año en la empresa, el trabajador no dispone de ningún día libre por este concepto, para en un segundo año, poder optar a una única semana.
Adicción al trabajo y ansiedad
Si las empresas no son responsables de esta situación, deberíamos encontrar la causa en la otra parte de la ecuación: los propios trabajadores. Y este parece ser el caso. El tener mucho trabajo que hacer, el temor a perder su trabajo si desconectan durante demasiado tiempo o el encontrarse a su vuelta con una pila de trabajo extra con la que lidiar, lleva a muchos empleados a sencillamente “olvidarse” de lo importante que es irse de vacaciones. La ansiedad de tener que trabajar, les impide disfrutar de su tiempo libre. Las nuevas tecnologías no lo hacen más fácil. Smartphones y ordenadores portátiles siguen conectados en piscinas de hotel o en idílicas cabañas perdidas en el bosque. El objetivo, seguir estando presente, incluso en la ausencia. Que nadie pueda reprocharles que decidieron descansar, mientras el resto de sus compañeros seguían «en el tajo».
Y no es que tengan tantos días libres que no sepan qué hacer con ellos: como media, el trabajador estadounidense tiene reconocidos de 10 a 14 días de vacaciones pagadas. Una miseria si se comparan con los 22 que disfrutan los españoles, 25 los alemanes o los 28 de los italianos.
El caso es que muchos ni siquiera lo contemplan entre sus planes a principios de cada año. Una encuesta elaborada por Skift mostraba que únicamente el 15% de los trabajadores consideraba la posibilidad de irse vacaciones como una de sus prioridades a lo largo del siguiente año. Asumen el desconectar como algo accesorio. Saben que tienen derecho al mismo, pero no les importa renunciar a hacerlo.
La falta de descanso de los trabajadores ha empezado a preocupar incluso a las propias empresas, que en ocasiones ponen en marcha programas para animar a los trabajadores a tomar todas las vacaciones que necesiten. Una empresa como Evernote sin ir más lejos, permite a sus empleados no sólo que disfuten de todo el tiempo que consideren justo sino que además, si demuestran que de verdad han descansado (por ejemplo yendo a la playa) les ofrece una bonificación adicional de 1.000 dólares. Pero precisamente el propio CEO de la empresa, Phil Libin, admitió que el año pasado no se tomó ningún día libre. ¿Paradójico?
Lo curioso de todo este asunto es que antes los estadounidenses no eran así. Hablamos de una tendencia que tiene su origen hace 40 años cuando la sociedad americana entra de lleno en el nuevo modelo de sociedad de consumo. Estados Unidos sale de una guerra tremenda y necesita trabajar y consumir.
¿Hablamos de un fenómeno exclusivamente americano? Es sabido que en Japón y otros países asiáticos, sus trabajadores tampoco son especialmente amigos del descanso, si bien la motivación que les impulsa hay que buscarla en otras causas que en realidad se alejan mucho de la cultura occidental.
Y lo que más nos preocupa: ¿Existe alguna posibilidad de que se extrapole a otros países europeos y por qué no, a la propia España? Los que ahora al leer estas líneas niegan con la cabeza, sólo tienen que esperar unos años. Nunca se sabe. Si es posible que nos jubilemos con 70 años, no parece tan descabellado que en un futuro a medio plazo, el descanso en verano pase a ser una idílica imagen del pasado.