Madrid-Nueva York. Más de ocho horas de vuelo. La mayoría de los pasajeros duermen. Poco a poco, el cielo estrellado que inunda el interior de la cabina, va dando paso a un tímido amanecer. Algunos minutos más tarde, el amanecer se hace más intenso y los pasajeros se van desperezando, comienza un nuevo día. Se trata de una ilusión, destinada a minimizar los efectos que tiene el jetlag sobre el pasaje. En realidad, en el exterior de la cabina, siempre ha sido de día. Poco después, a medida que el avión llega su destino, se abren grandes ventanas transparentes en el fuselaje que permiten a los viajeros tener una completa perspectiva área de la ciudad antes de aterrizar. Bienvenidos al aeropuerto JFK, año 2050. ¿Ciencia ficción o realidad?
Según The Economist, toda una realidad que veremos antes de lo que esperamos. Y es como asegura la publicación británica en «Flying into the future», Airbus ya está trabajando en un modelo de avión que cambie por completo la perspectiva que tienen los pasajeros a la hora de volar y que podría ser muy similar a esa visión del futuro con la que hemos introducido el artículo.En esta misma visión, The Economist explica que el consorcio europeo ya está trabajando en construir un fuselaje basado en fibra, que le permita construir aeronaves mucho más ligeras y que por lo tanto consuman menos combustible. De la misma forma, la parte superior de la cabina estaría compuesta por lo que Airbus ha bautizado como «membrana de biopolímeros», un nuevo material plástico que puede ser controlado de forma electrónica y que permite variar su opacidad, de modo que desaparece la necesidad de tener ventanas convencionales.
En el avión del futuro dejan de tener sentido conceptos como «Primera clase» o «Clase turista». Almenos desde el punto de vista físico. Frente a la rígida división actual, los grandes aviones dentro de unas décadas propondrán asientos «con memoria», capaces de cambiar de forma y tamaño en función de las necesidades de cada vuelo y de las características físicas de cada pasajero. Por supuesto, pagar más siempre seguirá siendo garantía de más comodidad, pero desaparece la rigidez que hasta ahora imponen las estáticas filas. Lo mejor de toda esta visión, es que las tecnologías que la harían posible están muy cerca de abandonar la fase «piloto» y entrar en producción.
La parte menos bonita es que como consecuencia de la crisis económica, ahora mismo estamos en en un momento en el que muchas compañías aéreas están pensando no en cómo ofrecer más confort a los pasajeros, sino en cómo introducir a más personas en el mismo espacio. Ahí tenemos a Zodiac Seats France, una empresa de suministros para líneas aéreas, que acaba de patentar un nuevo diseño de asientos que al adoptar una forma hexagonal permite ahorrar suficiente espacio como para sentar a once personas en cada fila. O a Ryanir, que hasta hace poco especulaba con la posibilidad de que parte de los pasajeros pudieran volar de pie. O incluso a Spirit Airlines, compañía americana low-cost que ha reducido el ancho de las butacas hasta los 71 cm. cuando lo normal es que los asientos tengan un ancho de 82.cm en clase turista. Pero ¿Y si no fuera así? ¿Y si las compañías realmente se preocuparan por el confort de sus pasajeros?
Una nueva forma de dormir en el avión
Todos sabemos que dormir en un avión, a menos que estemos realmente cansados o viajemos en primera clase, es una experiencia que se aproxima al concepto que muchos tenemos de pesadilla. Así que no es de extrañar que en los últimos años hayan proliferado los estudios de diseño y las pruebas de concepto para precisamente, mejorar la forma en la que los pasajeros descansan…en la clase business. En este terreno, resulta fascinante descubrir diseños como el que propone Teague, consultora con sede e Seattle que se ha aliado con Nike para ofrecer en las aeronaves espacios de descanso en la que los viajeros, especialmente deportistas de élite, realmente se puedan relajar.
En el caso de la compañía de Hong Kong, Paperclip Design, se ha demostrado que ya es posible experimentar con esos asientos «con memoria» de los que hablábamos al principio. En su diseño, los asientos (que reciben el curioso nombre de Butterfly), pueden pasar fácilmente de clase turista a clase business, aprovechando dos unidades que al girar, se acoplan creando un habitáculo único en el que el pasajero puede estirarse casi por completo y acceder a un poco más de privacidad.
Otra aproximación interesante es la que propone Jacob-Innovations, que pasa por adaptar el concepto de nad-pod que algunas multinacionales ofrecen a sus empleados, a las características de un avión. Un nap-pod básicamente es un cubículo o un habitáculo en el que el empleado puede echar una cabezadita y descansar antes de volver al trabajo. En su versión para aeronaves comerciales, descubrimos grandes «huevos» con pantalla individual y amplias butacas que pueden apilarse unas encima de otras, de modo que más pasajeros no implique necesariamente menos comodidad.
Más que películas
Pero durante un viaje no sólo vamos a descansar, sino que también solemos tener tiempo más que de sobra para entretenernos. Y en los últimos años, con la llegada de pequeñas pantallas individuales a la clase turista, completos sistemas de enretenimento en business y la progresiva introducción de Wi-Fi en cabina, se ha avanzado mucho. Pero lo mejor aún está por llegar. Epson, la famosa empresa tecnológica japonesa, está llevando sus gafas de realidad aumentada Moverio a algunas líneas aéreas asiáticas. De esta forma, los pasajeros pueden vivir una experiencia realmente inmersiva a la hora de ver películas y otros contenidos multimedia. Y si Epson está haciendo esto, no sería raro esperar que proyectos como Oculus Rift, Sony Morpheus o Samsung Galaxy Gear VR tarde o temprano, también vuelen con nosotros.
También y como apuntábamos al principio, la llegada de nuevos polímeros a fase de producción, capaces de interactuar electrónicamente, va a servir para crear grandes pantallas digitales a lo largo de todo el avión. Esto podría traducirse en nuevas experiencias interactivas en las que participe todo el pasaje pero también, desde un punto de vista aerodinámico, la desaparición de las ventanillas, consiguiendo de esta forma aeronaves más eficientes.
En realidad estas finas capas plásticas tienen todo el potencial para, si así se desea, convertir el avión en todo un parque temático, en una experiencia que hasta ahora estaba reservada a los vsitantes del parque francés Futuroscope. El principal fabricante en este terreno, «The Centre for Process Innovation» tiene como objetivo «revestir» estas capas plásticas de miles de diodos OLED que emitan luz y por lo tanto, puedan ser controlados de forma sencilla. Se espera que en pocos años empiecen a experimentar en fase piloto con algunos jets privados y quien sabe, si todo sale bien, en menos de 20 años podrían convertirse en el «new normal» de la aviación comercial.
Seguramente muchas de estas innovaciones se quedarán por el camino y puede que en 2050 en realidad volemos de una forma muy diferente a la que hemos descrito hasta aquí. Pero lo que sabemos y hacia lo que la industria apunta ahora mismo, es a una nueva forma de viajar: más comodidad, más relax, más entretenimiento y mucha más tecnología.