Las librerías de todo el mundo están repletas de títulos en lo que prometen ayudarnos a ejercer un mejor liderazgo. Porque al fin y al cabo, todos queremos ser como Steve Jobs, Bill Gates o Amancio Ortega: líderes visionarios que no sólo tuvieron en su momento una idea genial, sino que han sabido inspirar a miles de personas en todo el mundo. Y aunque sea a una escala mucho más pequeña, el papel del líder en la pequeña empresa y cómo se ejerce ese liderazgo es fundamental para el éxito de un proyecto. Por eso se venden tantos libros, por triufan todas esas «recetas para el éxito».
Sin embargo en nuestra opinión, el liderazgo pasa por algo mucho más sencillo que leer decenas de libros que nos prometen el rumbo a nuestro éxito. Es en primer lugar utilizar el sentido común y ponernos en el papel del otro. Además es entender, como nos cuentan en Entrepreneur, que un mejor liderazgo nace en muchas ocasiones de pequeñas acciones, de pequeñas cosas que marcan la diferencia. Algunas os las contamos en este artículo.
El efecto contagio
Como líderes solemos requerir que nuestro equipo de trabajo se comporte de una forma determinada, que exhiba determiadas actitudes y que es esfuerce en mostrar valores como competitividad, creatividad, trabajo en equipo, etc.
Esos valores o esa forma de trabajar se puede «imponer» desde arriba a la hora de elegir el equipo con el queremos trabajar pero en la mayoría de los casos, funciona mucho mejor si se produce un efecto contagio o imitación que proviene de la figura del líder. Nuestro equipo es en general, un reflejo de lo que nosotros somos y toma la actitud y la forma de trabajar que nosotros tomamos.
Humildad
Uno de esos valores que inpiran un modelo positivo es la humildad. Y humildad en la figura del líder supone reconocer los méritos de sus trabajadores como un conjunto, pero los errores como algo personal. El líder tiene que convertirse en el principal escudo defensivo de su equipo.
Tiene que aprender a disculparse cuando es necesario, admitir que no tiene siempre todas las respuestas y demostrar que es capaz de pedir consejo a personas que están «por debajo» en la estructura de la empresa.
Comunicación
Una de las ventajas que tienen las oficinas abiertas es que sacan al directivo o al líder de su despacho, favoreciendo la comunicación con sus empleados o su equipo de trabajo. Pero no basta. El líder no sólo debe ser accesible físicamente sino psicológica y emocionalmente.
Tiene que saber transmitir que está abierto a comunicar, aceptar nuevas ideas, crear una conversación bidireccional basada en el respeto mútuo y la confianza. Tiene que saber transmitir qué espera de sus trabajadores y su vez, qué pueden esperar estos de él, de modo que no haya malos entendidos.
Mentoring
Como hemos visto antes, el líder no siempre tiene todas las respuestas. A veces es necesario obtener un nuevo punto de vista, otra perspectiva o contar con la figura de un mentor/coach que le ayude a encarar el problema al que se enfrenta de otra forma.
Lo contamos hace unos meses en nuestro artículo «Las siete claves del coaching corporativo»: a veces tenemos que buscar fuera la mejor solución para los problemas que tenemos dentro.
Empatía y conexión emocional
Algunas organizaciones tienen entre sus «códigos de ética» eso de que los problemas se quedan fuera de la empresa, afirmando que una cosa es la vida laboral y otra la personal, business is business, etc.
Sin embargo al final en una empresa, en un proyecto de cualquier tipo, estamos lidiando con seres emocionales que queramos o no, proyectan esas emociones hacia nosotros. La actitud clásica afirma que la emoción no tiene sitio en el espacio de trabajo, pero el líder es aquel que es capaz de empatizar y comprender mejor a las personas de las que se rodea.
Fomenta la creatividad…
Abre su oficina, su despacho, su empresa no sólo a la conversación y la conexión emocional, sino también a nuevas ideas. Y no sólo como una forma de discutir propuestas, sino también ofreciendo las herramientas necesarias para que esas nuevas ideas, esa creatividad pueda ser canalizada de forma productiva.
Apuesta por las mejores ideas, aunque no sean suyas y muestra a tu equipo que les estás dando la oportunidad de mostrar todo su potencial.
Y sé apasionado
Un buen líder se implica, se compromete con los objetivos de su empresa. No es un trabajador más, sino que realmente cree en lo que está haciendo, comparte una visión y sabe transmitirla.
Convence a su equipo de lo válida que es la misión de la empresa y sabe orientar todos los recursos para trabajan en favor del bien común.
Aprende
El liderazgo también se ejerce cuando el líder es capaz de aprender de sus empleados. Y no sólo a nivel profesional, sino también en el plano personal.
Cuando es capaz de conocer mejor a cada uno de los miembros de su equipo no sólo demuestra una vez más una mayor empatía, sino que aprende a asignar mejor cada responsabilidad, cada rol, etc.
Piensa de forma positiva
Es muy sencillo mantener una actitud positiva cuando casi todo va bien, pero un buen líder también es capaz de hacerlo cuando las cosas se tuercen. Sabe aprender de sus errores, descubre dónde está la oportunidad del cambio y es capaz de mantener el espíritu de su equipo alto incluso en las peores situaciones.
No se traiciona a sí mismo
Al final se puede ejercer el liderazgo de muchas formas y se puede mejorar la forma en la que se ejerce, pero siempre que al hacerlo el líder no renuncie a ser quien es en realidad. Se puede mejorar una gestión o la forma en la que se comunica con las personas, pero no se puede disfrazar.