Imaginemos que queremos comprar un dispositivo electrónico que únicamente se vende en Estados Unidos o en China. Tenemos dos opciones. O compramos el dispositivo on-line, pagando normalmente un buen sobreprecio en costes de envío y arriesgándonos a que intercepten el envío en aduanas o confiar en Backpack una startup que a través de un modelo P2P conecta viajeros con personas que necesitan realizar compras en el extranjero. ¿Cómo funciona?
Al entrar en su web, lo primero que tenemos que indican es si somos compradores o somos viajeros. En el primero de los casos, se nos mostrará un buscador que muestra productos disponibles en Amazon (en todas sus tiendas) y eBay. Una vez que hemos seleccionado el producto que nos interesa, la aplicación se pondrá a buscar en su base de datos de viajeros a la persona que pueda estar interesada en comprarlo para nosotros. Una vez que se produce una coincidencia, pagaremos el producto por adelantado (el dinero es retenido por Backpack) y una pequeña comisión que se destinará al viajero que ha hecho el esfuerzo de comprarlo para nosotros.
Si por el contrario indicamos que somos viajeros, indicaremos la ciudad a la que vamos a viajar, desde dónde vamos a viajar y las fechas de ida y de vuelta. A partir de ese momento en nuestro perfil podremos recibir pedidos de usuarios en que les compremos algo. Una vez que recibimos el pedido, tendremos seis horas para decidir si aceptamos o rechazamos el encargo, en cuyo caso el pedido pasará a estar disponible para otro viajero.
Tal y como ha declarado a Techcrunch Fahim Aziz, fundador y CEO de la empresa, los viajeros que se ocupan de unos cuantos encargos, están ganando como media unos 250 dólares cada vez que regresan. De momento la startup que ha empezado a operar desde el pasado mes de febrero, ha recibido nada menos que 70.000 encargos y está experimentando un crecimiento semanal del 15%.
El único problema que encara la compañía de cara a un futuro crecimiento es que como ha pasado en servicios de consumo colaborativo como Uber o Blablacar, un mayor celo por parte de las administraciones podría empezar a suponer un serio problema para los viajeros que vuelven a casa y a los que se les podría obligar a declarar en aduanas.