Tal y como se desprende del informe ‘Perfiles de un defraudador’, elaborado por KPMG, el 61% de los casos de fraude corporativo son cometidos por trabajadores de la propia empresa afectada, y en el 70% de las ocasiones han actuado en connivencia con otras personas. Según ha informado la firma de servicios profesionales, el estudio, realizado a partir del análisis de un total de 596 defraudadores implicados en actos cometidos en 78 países, revela que el 42% de los defraudadores llevaban trabajando en la organización más de seis años.
Según KPMG, el defraudador “típico” tiene una edad comprendida entre los 36 y 55 años, en el 70% de los casos. Se trata de un empleado que trabaja en el área de finanzas, operaciones o ventas/marketing. Ocupa un puesto directivo o de gestión, en el 29% y 25% de los casos, respectivamente, y su antigüedad en la organización es de más de 6 años.
Se trata de un defraudador ocasional, es decir, no reincidente. Se trata de un empleado de confianza, con un cargo de responsabilidad y cuya supuesta conducta fraudulenta sorprendería a los demás. Los defraudadores recién contratados en una organización y que de forma incipiente comienzan a elaborar un plan de acción son menos comunes.
El defraudador tipo no actúa en solitario. En este sentido, en los casos en los que los defraudadores actuaron con cómplices, el 74% de los delitos fueron cometidos a lo largo de entre uno y cinco años.
El defraudador no siente necesidad de someterse a las reglas. Una tercera parte de los defraudadores (36%) señala la sensación de superioridad como motivo para justificar su fraude. Es posible que se deba al hecho de que el 29% de los fraudes fueron cometidos por directivos, el cargo más frecuente en relación con la comisión de estos actos.