Siempre ha existido, pero nunca antes había estado tan organizado ni había sido tan sencillo acceder a él. Las nuevas tecnologías y en igual o mayor medida la crisis han impulsado el consumo colaborativo. ¿En qué consiste exactamente? El portal de referencia consumocolaborativo.com lo define como «la manera tradicional de compartir, intercambiar, prestar, alquilar y regalar redefinida a través de la tecnología moderna y las comunidades».
Esto se traduce en cada vez hay más iniciativas, gratuitas o de pago, que se traducen en un beneficio tanto para los usuarios como para las empresas que las promocionan. Ejemplos destacados de consumo colaborativo lo constituyen portales de alquiler de casas para cortas estancias como Airbnb.es, servicios para compartir taxis y rebajar la factura final como JoinUp Taxi , para compartir coches, como pude ser el caso de BlaBlaCar o incluso plazas de aparcamiento, como en el caso de BePark
Pero no sólo eso. El consumo colaborativo, especialmente en grandes ciudades, también implica que muchos consumidores están progresivamente abandonando la cultura de comprar (al menos en parte) para apostar por un modelo de «sólo utilizar cuando me sirve». Volviendo al ejemplo del transporte (uno de los más significativos), cada vez más usuarios se están pasando a un modelo como el que propone RespiroMadrid; es decir, pagar el coche únicamente las horas que lo necesitamos, disponiendo de una flota de vehículos repartida por toda la ciudad. De forma similar los sistema públicos de alquiler de bicicletas que ya vemos en muchas ciudades también suponen una apuesta por este tipo de consumo.
Pero la tendencia no se queda en el sector del transporte. Cookflat o Eatwith permiten convertir nuestra casa en un improvisado restaurante. Segundamanita y Percentil apuestan por el reciclaje de ropa para niños y bebés; ComprarToy anima a compartir y alquilar juguetes e iniciativas como Floqq o Tutellus permiten a cualquier persona ganar un dinero extra dando clases sobre cualquier temática.
Un paso más allá van los grupos de autoconsumo, que bien organizados a través de comunidades de vecinos, bien a través de asociaciones o incluso de locales, se ponen en contacto con agricultores y productores locales a los que compran al por mayor todo tipo de productos frescos y naturales que después se reparten entre los integrantes del grupo. Siguiendo esta tendencia tenemos también un renovado auge del trueque y los bancos de tiempo, espacios en los que sus integrantes se intercambian habilidades.
Y a estos hay que sumarle los portales que animan a los usuarios a alquilar objetos personales. Y así webs como Alkiloo lo tienen muy claro: ¿Por qué necesitas comprar una taladradora si sólo las vas a necesitar un día? ¿No te resultaría más útil alquilarla?
Otro tipo de consumo es posible
Todos estos proyectos que de momento, no lo olvidemos, están en una fase de adopción inicial, marca una nueva tendencia: otro tipo de consumo es posible. Representa a ciudadanos que se salen de la tendencia comprar, usar, tirar, volver a comprar para entrar en otra de uso lo que necesito cuando lo necesito, porque en realidad no necesito acumular tantas cosas.
Desde un punto de vista social desde luego el fenómeno es muy interesante. Pero desde un punto de vista económico, las pymes no se muestran demasiado contentas. Porque aunque de momento no lo es, en un futuro esta tendencia amenaza un modelo de negocio que lleva vigente más de 40 años. Es desde luego una tendencia que a medio plazo, va a afectar a sus ventas y que desde luego se enmarca dentro de esa bajada en el consumo que tanto alerta a los expertos.
Que es un problema serio lo demuestran hechos como que no hace mucho tiempo, el lobby hotelero consiguió del ministerio de Industria una media promesa de regular el negocio de empresas como AirBNB en España, que ya estaban empezando a afectar a los ingresos turísticos «tradicionales». Pero como suele decirse en estos casos, es ponerle puertas al campo. ¿Qué solución tienen las empresas? Como comenta Kelly Spors en su artículo «Should you be scared of the «sharing economy?» (¿Deberías tener miedo de la economía del compartir?), la solución pasa por adaptarse y sacar ventaja del momento. ¿Cómo? Participando en el movimiento como han hecho otras empresas, promoviendo productos que se puedan compartir y facilitando que nuestros clientes y consumidores puedan llegar a acuerdos privados.
Suena fácil sobre el papel, pero sin duda no lo es. Pero si tantas empresas en España ya se están sumando al movimiento, ¿Por qué no podemos hacerlo nosotros?