¿Somos creativos? Aproximadamente el 80% de los que acaban de leer esta pregunta responderán automáticamente que no y entre ellos, la mitad afirmarán mentalmente: ni falta que hace. La creatividad afirmarán, es útil para escritores, pintores y otros artistas. Pero poco tiene que ver con el mundo de los negocios, no tiene espacio para el emprendedor, se queda a las puertas de la empresa.
No pueden estar más equivocados. Ser creativo no sólo mejora nuestra idea de negocio, sino que nos ayuda a ser más resolutivos en el día a día de nuestra empresa, fomenta la innovación y es uno de los factores que nos van a permitir marcar la diferencia.
Pero volviendo a la pregunta anterior. Ese «no» se puede fácilmente convertir en un sí. Porque es verdad que hay personas que nacen con un «don» o con la habilidad de ser creativos. Pero no es el caso de la mayoría. La creatividad se trabaja. Te damos algunos consejos para poder hacerlo.
Un espacio para crear
Resulta muy complicado ser creativos cuando no tenemos ni tiempo ni espacio para poder serlo. Cuando nuestra principal prioridad es pagar nuestra hipoteca, pagar las facturas, cuidar de nuestros hijos, etc. tener un espacio en el que fomentar nuestra creatividad puede parecer nuestra última prioridad.
Y sin embargo no sólo es posible, sino que no es tan complicado. Levantarnos un poco más temprano por las mañanas, o reservar aunque sea media hora a lo largo del día, no debería de ser tan complicado. Reservar en nuestra agenda una cita con nosotros mismos, como si fuera una cita más de las que tenemos a lo largo del día. Y hacer que esa cita sea sagrada, como si fuese con el más importante de nuestros clientes.
Comprometidos con el proceso
Tan importante como encontrar nuestro espacio y nuestro tiempo, es desarrollar el compromiso con la creatividad. Es fácil que las preocupaciones, los quebraderos de cabeza y todo tipo de pensamientos se cuelen en nuestro espacio de creatividad. ¿El resultado? Que ese tiempo que hemos conseguido rescatar no nos va a servir de mucho.
Esa media hora que hemos conseguido rescatar debe ser sólo para nosotros. Cuando cerramos la puerta, también se la cerramos al mundo. Sin distracciones. Sólo nosotros. Si nos distraemos, paramos, respiramos hondo y volvemos a empezar.
Sin juzgar
Sin lugar a dudas, los peores críticos de todo el mundo somos nosotros mismos. No importa si lo que hacemos está bien o está mal, los juicios más severos van a provenir de nuestro interior. Este juicio constante (y normalmente negativo) afecta directamente a nuestra creatividad.
Nos hace pensar que no merece la pena y como consecuencia, a abandonar a las primeras de cambio. ¿Que debemos hacer para superar este obstáculo? Suspender el juicio durante un tiempo. Pongámonos una fecha, a tres o incluso seis meses vista. Y sólo al final hagamos una reflexión sobre el resultado. Hasta entonces, suspendamos el juicio, descubramos cómo podemos expresarnos, qué es lo que somos capaces de hacer.
Pierde el control
Uno de los objetivos del ejercicio creativo es que sea el proceso el que nos domine a nosotros y no nosotros al proceso. Al menos durante los primeros meses, debemos aceptar lo que surja (sin juzgar, como hemos visto antes) como una expresión de nosotros mismos.
Descubramos hasta dónde nos quiere llevar nuestro lado creativo, sin que sea nuestro lado racional el que actúe como piloto automático.