Bring Your Own Device (BYOD) es una tendencia que va a más en el mundo de las empresas. Hemos hablado en otras ocasiones como el hecho de que el empleado quiera incorporar su dispositivo personal a la red de la empresa o que incluso sean las empresas las que permitan a sus empleados el escoger con qué equipo quieren trabajar, ha dejado de ser algo anecdótico para comenzar a formar parte de la política IT de muchas empresas.
Ahora bien, más allá de la teórica comodidad para ambos actores implicados (empresas y trabajadores), ¿Realmente merece la pena? ¿Están los trabajadores ganando una batalla por la flexibilidad tecnológica o en realidad están asumiendo unos costes extra con los que no contaban? En Readwrite nos explican que el fenómeno es algo más complicado de lo que en principio puede parecer.
El coste que tiene el BYOD
Hasta ahora, la política BYOD de las empresas solía encajar en uno de estos dos campos: permitir que el empleado escogiese un equipo «de catálogo» y ofrecérselo como herramienta de trabajo que pasa a formar parte de la propiedad de la empresa o bien, financiar parte del equipo y la conexión a Internet del trabajador, hablando en este caso de una copropiedad (cuando el trabajador deja la empresa también se lleva el equipo).
Sin embargo esta tendencia está desapareciendo poco a poco en cambio, crece el número de empresas que anima a sus empleados a traer su equipo desde casa (si quieren hacerlo) sin ofrecer nada a cambio. Uno podría pensar que sin este incentivo económico, los usuarios podrían no estar dispuestos a incorporar sus equipos personales a las empresas, pero curiosamente es esto lo que está pasando. La mayoría de trabajadores están dispuestos a aceptar esta situación, según un reciente estudio elaborado por Cisco.
Esto sin embargo, a los empleados les está costando dinero. ¿Cuánto? Según el análisis de Cisco, unos 964 dólares al año en mantenimientoy adquisición de nuevos equipos y una media de 700 dólares en conexión a Internet, si el usuario también está dispuesto a financiar la tarifa de datos de su smartphone.
También cuenta el software
Los costes de una política BYOD no sólo implican el gasto de hardware, sino también de software. Aquí lo que se está viendo es que las empresas sí que siguen haciendo el esfuerzo de pagar por las aplicaciones y otros recursos soft que van a usar sus empleados. La razón aquí es obvia: la seguridad. Lo mínimo que pueden esperar las empresas es que los dispositivos que entren en su red corporativa esté securizados y libres de malware.
Esto no quiere decir que los empleados no estén dispuestos a pagar por apps que les puedan ayudar a realizar mejor su trabajo, lo que explica el por qué las aplicaciones de productividad suelen estar entre las más populares de las distintas tiendas de aplicaciones. Puede que estas aplicaciones no se compren únicamente con el objetivo de utilizarse en la empresa, pero también puede que si este objetivo no existiese, tampoco se habrían comprado.
Otro de los grandes vectores que tienen que manejarse con cuidado es el aspecto legal. Es cierto que el dispositivo puede ser propiedad del trabajador, pero si se utiliza para trabajar en una empresa determinada y maneja información que en última instancia pertenece a esa empresa, la línea que separa lo corporativo y lo personal puede volverse demasiado fina.
Tan fina, que en caso de conflicto laboral no está del todo claro si la empresa puede o no, acceder al terminal personal de un empleado o por el contrario qué pasa con los datos que alberga en su interior, cuando éste abandona su puesto de trabajo.
¿Merece la pena?
¿Tienen los trabajadores una necesidad real de incorporar sus dispositivos a la red de su empresa? El estudio que realizan en la propia ReadWrite indica que la motivación de casi la mitad de los trabajadores que lo hacen, no es otra que la de «congraciarse» con la empresa, especialmente en una crisis económica en que los trabajadores tienen que «agarrarse» con uñas y dientes a su puesto de trabajo.
En el otro extremo está el informe de Gartner que asegura que para 2017, la mitad de los empleados van a pedir de forma activa la posibilidad de incorporar sus equipos, alcanzando el BYOD su grado de madurez para ese año.
En cualquier caso lo importante es que en la empresa exista una flexibilidad que se transmita en toda la cadena de valor. Si se anima a incorporar dispositivos personales, tiene que haber un incentivo mayor que el simple «vas a poder trabajar mejor. Por su parte si es el trabajador que el activamente lo pide, incluso (pero muy especialmente) si no existe una política BYOD definida, debe estar dispuesto a asumir parte de las restricciones que esto implica.