Hacía semanas que te venías preparando una entrevista de trabajo, lo estabas dando todo, incluso respondiste bien a todas las preguntas que se te plantearon, fuiste sincero, educado, directo, abierto, pero, aún así, tu puesto ha sido para otro candidato. Lo cierto, es que los procesos de selección se han vuelto cada vez más exigentes a raíz del exceso de candidatos y de la falta de oferta que existe en el mercado laboral. Por eso, un «no» tiene que contemplarse como una opción más, a pesar de que la sensación tras una entrevista de trabajo sea positiva.
Una vez tengamos ese «no» queda desterrado el hundirse y tirar la toalla. Hay que hacer justo lo contrario, pero sin dejar de hacer un proceso de autoevaluación. Según los expertos, es necesario analizar de nuevo tanto la entrevista como el currículo, e intentar descubrir qué elementos de la presentación fallaron y por qué no encajó en el puesto al que se optaba.
También es importante reflexionar y apuntar las conclusiones. De lo que se trata es de sacar el máximo partido a la entrevista para mejorar en las siguientes. Ese fracaso servirá para hacerlo mejor en la próxima. Estas son algunas de las cuestiones que debes plantearte: «¿Qué aspectos de mi currículo creo que le parecieron más interesantes al entrevistador?, ¿qué preguntas me costó más responder?, ¿me mostré seguro de mi mismo?, cuando hablamos de retribución, ¿qué le contesté?, ¿en qué puedo mejorar?».
Una vez tengas la respuesta a estas preguntas, estás preparado para hacer una segunda entrevista. Si la respuesta vuelve a ser un no, sigue con este ejercicio, seguro que al final acabará dando sus frutos.