Los colores afectan a nuestra vida mucho más de lo que pensamos. Elegir uno u otro color puede convertirnos en más o menos atractivo para otras personas y de la misma forma, también puede determinar buena parte de nuestras decisiones de compra.
Cada color se asocia de forma intrínseca con uno o varios valores psicológicos. El amarillo por ejemplo representa el optimismo, el rojo la energía, el verde la calma, etc. Y este efecto no se produce únicamente cuando lo aplicamos sobre nuestra imagen corporativa, o sobre nuestros productos sino muy especialmente cuando lo hacemos en nuestro propio establecimiento…en suelos, muebles, estanterías y paredes. Es ahí donde según nos cuentan en Entrepreneur, la «magia» del color se expresa con más fuerza. ¿Cómo podemos aprovecharnos de este potencial?
El color transmite una historia
Más que escoger los colores que más nos gustan, al decorar nuestro establecimiento tenemos que tener en cuenta como la elección cromática representa el concepto que queremos trasladar a nuestros clientes.
Por ejemplo, si nuestra tienda está especializada en la venta de artículos de Surf, puede ser una buena idea transmitir con el color conceptos asociados al verano, que recuerden el tono de la arena de la playa, el azul del mar y los tonos anaranjados de una puesta de sol.
La sensación que conseguimos es que por un momento nuestros clientes se trasladen a ese escenario que hemos «dibujado» para ellos, que recuerden las sensaciones que tuvieron la última vez que practicaron su deporte favorito. Cuando somos capaces de recrear una «historia» utilizando el color, aumentamos las posibilidades de que se produzca la compra.
Zonas de confort y libres de stress
Como comentábamos en la introducción del artículo, hay colores capaces por sí mismos de transmitir sensaciones. El verde y el azul por ejemplo son capaces de transmitir una sensación de calma, de que todo va bien (por eso son utilizados en los hospitales) mientras que los tonos anaranjados y los marrones transmiten seguridad.
Los amarillos y otras tonalidades intensas del naranja son alegres y reflejan de forma intensa la luz. Frente al «aburrido» blanco propio de establecimientos minimalistas, estos colores invitan a entrar, nos dan la bienvenida desde el umbral de la tienda.
El negro por otro lado se ha asociado con el lujo, incluso cuando el producto que se está vendiendo no lo es. En los supermercados por ejemplo ¿No tenemos la sensación de que los productos que se nos ofrecen en una bandeja negra deben ser mejores que los que se muestran en la clásica bandeja blanca?
Llamada de atención
Cuando optamos por una paleta de colores reducida (uno o dos colores), resulta realmente efectivo utilizar otro color fuerte para llamar la atención sobre los productos que nos interesa promocionar. El rojo por ejemplo, como la señal vial que dice «Stop», tiene el mismo poder sobre la mente del consumidor que puede estar en ese momento vagando por los pasillos de nuestra tienda.
Ese «Stop» puede poner el foco de atención tanto en un producto en particular como representar simplemente una vuelta al «aquí y ahora» , obligando al consumidor a enfocar sus sentidos sobre lo que le rodea.
Hay que ser sin embargo bastante cuidadoso. Abusar del rojo, de estas llamadas de atención, utilizándolas de forma indiscriminada, acaba por saturar al consumidor, expulsándole de la tienda en la que acaba de entrar.
Reconocimiento de marca
El uso del color puede incrementar el reconocimiento de nuestra marca en casi un 80%. En este sentido, parece lógico pensar que es una buena idea el utilizar los colores de nuestro logo en nuestro establecimiento.
Claro que para hacerlo con éxito antes tendremos que haber diseñado un logo y una imagen corporativa que pueda después reflejarse con los valores que queremos transmitir. En este artículo te contamos más.
Subrayar más que enfatizar
Utilizar más color de la cuenta puede producir justo el efecto contrario al que buscábamos. Con los colores debemos sugerir sensaciones, no obligar a los clientes a que sientan lo que supuestamente «tienen que sentir».
El color tiene que destacar las cualidades del producto, no imponerse sobre el mismo. Es decir el color no puede ser nunca el protagonista absoluto de la escena, pero necesariamente tiene que ser un secundario de lujo.