Según datos de la Comisión Europea, una de cada cinco mujeres de la Unión Europea se encuentra en situación de pobreza. Las desigualdades acumuladas a lo largo de toda la vida se van haciendo más complejas conforme se van cumpliendo años. A menudo sus pensiones son bajas y se derivan de su estado civil.
Por otro lado, si perciben una prestación por años trabajados, ésta suele ser menor debido a la diferencia salarial con respecto a los hombres, la interrupción o cese de la carrera laboral para cuidar de los hijos y una mayor tendencia a desempeñar trabajos de media jornada para poder conciliar.
Además, tal y como alerta la Comisión Europea, las mujeres viven solas con más frecuencia al ser mayor su esperanza de vida. Cuanto más largo es el periodo durante el que se vive en situación de pobreza, mayor es el riesgo de desembocar en un «estado de privación económica y exclusión social permanente».
Si bien las instituciones son conscientes del problema, y, periódicamente -especialmente cada 8 de marzo– hacen llamamientos para cambiar la situación, lo cierto es que la crisis y el debate en torno a la viabilidad del Estado de Bienestar «las han hecho pasar a segundo término», como reconoce la eurodiputada griega Rodi Kratsa-Tsagaropoulou.
Por su parte, Loes Van Embden Andres, líder de la confederación empresarial Businesseurope, apuesta por que las mujeres «trabajen más», y se incentive que sean los hombres los que se tomen esas bajas sin sueldo. La solución al problema podría pasar también por modificar el horario escolar, de modo que favorezca la conciliación y no condene a la mujer a las medias jornadas.
Otra de las propuestas, lanzada en el Parlamento Europeo por la eurodiputada de Los Verdes, Marije Cornelissen, y algo utópica, es que los hombres paguen la diferencia salarial y revierta en las mujeres, a través de una especie de «impuesto solidario».