En la actualidad muchas personas están decidiendo emprender y convertirse en su propio jefe. Muchos ya han dejado de ser empleados, sobre todo, por una cuestión de necesidad. Otros, viendo la situación actual y su próxima plaza en la cola del paro, están pensando pasar de ser empleado a empresario. Pero, como ser empresario no es una tarea nada fácil, nunca viene de más comenzar a practicar desde la propia empresa para la que actualmente trabajas.
En primer lugar intenta llamar la atención de tus jefes. Aquel que esté determinado en triunfar, deberá hacer algo más que realizar correctamente sus tareas. Deberá hacer algo excepcional, inclusive más allá del alcance de su puesto o departamento, algo que llame la atención. No hay servicio ni sencillo ni complicado, en donde una persona con habilidad y disposición no tenga una oportunidad diaria de probar su valía, y lo que es igual de importante, mostrar su determinación de llegar a la cima.
Rompe las reglas siempre y cuando estés seguro de que los intereses de la empresa se verán altamente beneficiados y estés dispuesto a asumir la responsabilidad total de tus acciones. Nunca podrás ser socio de la compañía o de cualquier otra hasta que conozcas y domines el negocio más profundamente de lo que los propios dueños podrían.
Dale instrucciones a tu jefe. Cuando la empresa esté en un profundo error, no pierdas la oportunidad de exponer al genio que llevas dentro y demostrarle lo equivocadas que están las cosas. Expón tus ideas. Demuestra que estás en lo correcto.
Ten actitud y cerebro. La demanda de talento siempre ha sido superior a la oferta y siempre lo será, siempre habrá necesidad de cerebros. Cultiva el tuyo, porque con ello estarás en un mercado en donde nunca terminará la demanda, y entre más cerebro tengas que vender, mayor será el precio que podrás obtener.
Gasta menos de lo que ganas. Comienza a ahorrar a temprana edad. No importa si ganas poco, de cualquier forma ahorra lo que puedas. Inviértelo en cualquier negocio que creas que pueda ser rentable, pero eso sí, nunca juegues con tu capital, nunca apuestes. No es capital lo que los inversionistas buscan, sino a la persona que demuestre que ha desarrollado los hábitos empresariales para crear capital y la disciplina para alinear sus hábitos con sus intenciones. Toma nota de esta regla: tus gastos deberán ser siempre menores a tus ingresos. Ahorra, espera tu oportunidad y aprovéchala.