La siesta, una de las pocas cosas que los españoles hemos sido capaces de exportar a todo el mundo con gran éxito, está haciendo furor en las empresas norteamericanas. Las llaman «Productive naps» y sis defensores argumentan que maximizan nuestra productividad.
Las productive naps no son sin embargo siestas al uso, porque hay una línea fina que separa esa cabezadita que nos permite estar más activos, de esa siesta que nos deja «baldados». En MuyPymes te contamos como la siesta puede mejorar tu trabajo.
Seguro que todos lo habéis experimentado más de una vez. Después de comer, al reincorporarnos al puesto de trabajo empezamos a sentir «modorra», cansancio y pocas ganas para continuar con lo que estábamos haciendo. La razón es simple. Debido al mayor trabajo que tiene que realizar el aparato digestivo, parte de la sangre (y por lo tanto del oxígeno) de nuestro cuerpo, «centra sus esfuerzos» en esa parte de nuestro organismo, consiguiendo que nos sintamos más pesados y con pocas ganas de trabajar.
Aunque cada persona es un mundo, existen dos formas esenciales de evitar esa sensación tan desagradable. La primera es evitar las comidas copiosas, de modo que nuestro cuerpo tarde menos tiempo en realizar la digestión. La segunda, tema central de este artículo, es permitirnos el lujo de echarnos una pequeña siesta que recargue nuestra energía. Pero antes de nada, tomemos en cuenta las siguientes consideraciones.
Cuándo las siestas son buenas
Generalmente el trabajador moderno no descansa las horas suficientes e incluso cuando lo hace, corre el riesgo de que el despertador interrumpa bruscamente su ciclo de sueño, produciendo una sensación de aletargamiento que puede extenderse durante todo el día, especialmente después de comer.
Muchos estudios han demostrado que una pequeña siesta puede ayudarnos a sentirnos más activos, mejora nuestra creatividad y aumenta nuestra motivación a la hora de llevar a cabo la tarea que tenemos por delante (también aumenta nuestro nivel de concentración y resistencia).
Cuándo las siestas son malas
Aunque como hemos argumentado antes, una siesta puede ser una gran aliada, si no tenemos cuidado puede convertirse en la peor de nuestras enemigas. Cuando nos echamos una siesta dejándonos llevar por completo (y no como indicaremos más abajo que hay que hacer) corremos el serio de riesgo de despertarnos mucho más cansados de lo que estábamos antes de comenzar a dormir.
La duración ideal de una siesta productiva
Los expertos aseguran que una siesta ideal debería durar entre 20 y 40 minutos como máximo. Este intervalo de tiempo nos permite entrar en una fase de relax y descanso, pero es lo suficientemente corto para que podamos despertarnos antes que de comienzo la fase REM del sueño.
Si entramos en el ciclo REM, la única posibilidad que tenemos de despertarnos sin sentirnos cansados es completar el ciclo completo (dormir 8 horas) ya que a partir de momento comenzarán a darse ciclos REM – NO REM cuya brusca interrupción es la que produce el cansancio posterior.
Por este motivo, si lo que realmente queremos hacer es echar una cabezadita que nos ayude a recargar las pilas, tenemos que seguir estrictamente esta máxima. Es fácil dejar llevarse por una gran siesta cuando estamos cansados pero repetimos: no nos servirá de nada. A modo de resumen podemos decir que:
- Siestas de 10 a 20 segundos (descansar los ojos): no obtenemos ningún beneficio real, más que darnos cuenta de que necesitamos esa siesta.
- Siestas de 2 a 5 minutos: en ocasiones simplemente podemos cerrar los ojos y descansar durante cinco minutos. Aunque el descanso no es completo, nos ayudará a seguir con nuestra actividad.
- Siestas de 5 a 20 minutos: mejora nuestro estado de alerta, mejora nuestra capacidad para desarrollar tareas manuales.
- Siestas de 20 a 30 minutos: mejora nuestra capacidad de gestionar nueva información, nuestra concentración y nuestra creatividad.
- Siestas de más de 50 minutos: entramos en la fase de sueño profundo. Un brusco despertar nos mantendrá cansados durante el resto del día.
Cómo despertarse de una siesta productiva
No siempre es fácil despertarse de una siesta de 20 minutos. Todos queremos esos «cinco minutos más» que creemos necesitar para sentirnos mejor. Por eso, no basta con poner un despertados que nos indique que hay que volver al trabajo, porque la tentación de apagarlo y seguir durmiendo puede ser muy fuerte.
Lo ideal es por supuesto utilizar un despertador, pero colocarlo en algún sitio de difícil acceso, que nos obligue a levantarnos si queremos apagarlo. De esta forma cuando presionemos el botón ya estaremos dispuestos a seguir con nuestra tarea.